domingo, 8 de noviembre de 2015

XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

En este XXXIIº Domingo del Tiempo Ordinario, el Maestro Jesús sigue empeñado en ofrecer a sus seguidores una guía para el camino de la vida. Hoy se atreverá a proponernos a dos viudas como modelos de vida y de acción. En medio de su pobreza y de extrema necesidad, saben ser presencia del mismo Dios y de su causa. 

El Señor, nos va a decir que las obras buenas hay que hacerlas sin demasiado ruido, sin darnos importancia o el aparentar por el hecho de que podamos hacer el bien a los demás. Jesús quiere, entre otras cosas, que lo que hagamos, sea de verdad y no porque los demás nos vean o en beneficio propio.

En la Primera Lectura (1R. 17, 10-16) se narra la historia del profeta Elías y la viuda pobre y que apenas tenía alimento para ella y para su hijo. Pero confió en el hombre de Dios y su alcuza se convirtió en milagrosa. De ella salía toda la harina y todo el aceite necesarios para hacer pan para siempre. Lo poco que tenía se lo dio al profeta y tuvo su premio.

El Salmo (145) “Alaba alma mía, al Señor” es el primero de la serie doxológica de alabanza a Dios que es el final del Libro de Salterio. Los judíos lo utilizaban como oración de la mañana y nosotros como canto de alabanza al Dios que nos da todo lo que tenemos.

En la Segunda Lectura (Hb9, 24-28) el autor de la carta a los Hebreos pone a Cristo como el inicio de una nueva realidad y, por eso mismo, se convierte en punto de referencia: Él ofrece su vida para dar una nueva vida a los que creen en Él. Y lo llevará a plenitud en su segunda venida.

El Evangelio (Mc 12,38-44) nos narra la historia maravillosa de la limosna de la viuda pobre. Este relato enlaza con el de Elías de la primera lectura. Son los pobres más generosos que los ricos, dan todo lo que tienen y luego reciben el gran premio de Dios: el reconocimiento expreso de esa generosidad desde la óptica perfecta de Dios.Nos muestra también, la sensibilidad humana de Jesús, que observa el gesto de una viuda pobre y la propone a sus discípulos como modelo de actuación. 

Para Dios cuenta más el amor generoso que la ostentación interesada. Para Dios cuenta más lo que llevamos en el fondo del corazón que las apariencias, aunque parezcan deslumbrantes.


Como la viuda, Señor, 
caminaré sin arrogancia ni 
seguridad 
en mí mismo.
Caminaré sin miedo a encontrarte.
Caminaré dispuesto a facilitarte 
lo que más necesites.
Como a la viuda, Señor,
mírame y condúceme.
Hazme desprendido y sencillo,
dame la valentía de darte lo que más me cueste.
Inspírame el gesto y la palabra oportuna.
Y, si quieres, Señor, arranca de mí incluso aquello
que, por comodidad o egoísmo, busco 
y amarro para poder vivir.

Amén.

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