domingo, 1 de noviembre de 2015

XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B. SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Hermanos, hoy es un día de fiesta y de alegría para todos. En este Domingo XXXI del Tiempo Ordinario, día de Todos los Santos, unidos a toda la Iglesia, celebramos no sólo la grandeza de nuestro Dios, sino también la grandeza de tantos hombres y mujeres que han vivido entregados a los demás, siguiendo a Jesucristo, y que son para nosotros modelo de entrega y de servicio. A todos ellos, conocidos o no, que gozan ya del amor pleno del Padre, honramos y celebramos en esta festividad. Dios Padre -el único santo y origen de santidad- nos da su Espíritu para que lo consigamos. Jesús, nos ofrece un camino a seguir, en las Bienaventuranzas. 

Juan, en su lectura, nos habla de la felicidad que existe en el cielo. De una gran muchedumbre que, por seguir a Cristo, cantan y alaban a Dios en la eternidad. Además, en las otras dos lecturas, se nos recuerda que somos hijos de Dios porque, Él, así lo ha querido y que, las bienaventuranzas, son el mejor modo de ser felices o de esperar a la auténtica felicidad.

La Primera Lectura (Ap. 7, 2-4. 9-14) nos relata la visión del cielo: no podemos explicarlo ni describirlo, pero las palabras llenas de esperanza, nos aseguran ese futuro junto a Dios, ese sueño realizado de vida eterna, que es centro y esencia de nuestra fe.

El Salmo (23) "Este es el grupo que viene a tu presencia Señor", era utilizado por los judíos en la procesión que les introducía en el Templo de Jerusalén. Para nosotros, hoy, es un canto de bendición del “grupo que busca al Señor”. Es una invitación a la santidad. Todos estamos llamados a ser santos.

En la Segunda Lectura (1 Juan 3, 1-3) el apóstol San Juan nos dice que por el bautismo somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que seremos; hijos no por nuestros méritos, sino por iniciativa del Padre, por puro don, llamados a vivir junto a Él. 

En el Evangelio ( Mt 5,1-12a) se nos ofrece la proclamación de las Bienaventuranzas por Jesús en su Sermón del Monte.El programa de vida que Jesús propone, supone unas actitudes y un estilo determinados de comportamiento con el que podremos guiados por el Señor, ser felices, amar y ser amados.


Quiero ser Santo, Señor.
Con mi palabra, comprensiva y dulce.
Con mis obras, para todos y sin compensación.
Con mi fe, fuerte y valiente
Quiero ser Santo, Señor.
Si Tú me ayudas, lo intentaré.
Si Tú me aconsejas, te seguiré.
Si Tú me guías, no me apartaré de Ti.
Quiero ser Santo, Señor.
Iluminando, con tu luz a los que me rodean.
Siendo alegre, con tu Evangelio.
Portando esperanza, con tu Palabra.
Llevando ánimo, con tu Espíritu.
Quiero ser Santo, Señor.
Siendo feliz, y llevando felicidad,
amando, y dejándome amar.
Perdonando, y admitiendo el perdón, 
rezando, y no olvidándome de Ti.
AMEN

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