Hoy, con la liturgia, tendríamos que reflexionar lo siguiente: El Señor nos llama. ¡Cómo no darle gracias porque, incluso antes de nacer, ya nos conocía!
La Primera Lectura (Jr. 1, 4-5. 17-19)nos muestra, cómo el Señor nos ha elegido a nosotros desde siempre. Cómo nos cuida en medio de tantas luchas, y nos invita a llevar la Palabra, sin miedo, a todos los rincones de la tierra.
El Salmo (70) "Mi boca contará tu salvación, Señor" nos muestra la oración de un anciano, de un levita o un sacerdote que pone toda su confianza en Dios, evocando su larga vida. Para nosotros, hoy, nos sirve para expresar la presencia permanente de Dios en nuestras vidas.
El Evangelio (Lc 4, 21-30) nos muestra nuestra torpeza en no querer profetas, sino falsos “superhombres” capaces de sacarnos en soledad llena de soberbia de nuestras equivocaciones, en lugar de aceptar un programa de vida coherente y denso, dedicado a Dios y a los hermanos. Jesús de Nazaret enseña que la salvación es para todos, no solo para unos pocos supuestamente elegidos por su origen o raza.
Responderemos todos: ¡aquí estamos, Señor!
Tú nos llamas a dar algo de nosotros por Ti.
Tú nos invitas a no tener miedo.
Tú nos envías a anunciar tu Palabra.
Tú nos enseñas el verdadero amor.
Tú nos invitas a no despreciar a los demás.
Tú nos empujas hacia el bien.
Tú nos invitas a luchar por un mundo mejor.
Tú nos llamas y, hoy, te queremos decir.
¡Aquí estamos, Señor!
No hay comentarios:
Publicar un comentario