Somos piedras vivas del gran templo que es la Iglesia.Vivir en Dios es saber que, Dios, se convierte en un torrente de vida, de alegría. San Pablo, en la segunda lectura, nos dirá que la vida cristiana se construye por diferentes personas y con el soplo del Espíritu. Pero, será el Evangelio, quien nos recuerde que Jesús es el auténtico templo donde se realiza la salvación verdadera de Dios.
En la Primera Lectura (Ez. 47, 1-2. 8-9. 12) el profeta Ezequiel, nos presenta la fuente del agua viva que, en este caso, arranca del mismo templo. De ahí surgirá la nueva vida que el pueblo necesita y que será don del mismo Dios. Con esta reflexión se abre el camino a Cristo, el verdadero Templo y agua viva que purifica a quien la beba.
El Salmo "El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios" es un cántico de confianza. Dios está en medio de la ciudad, en medio de su pueblo. Es por ello, que no debemos temer porque Dios es nuestro refugio, nuestra fuerza y permanece siempre a nuestro lado.
En la Segunda Lectura (1Co.3, 9c-11. 16-17) el apóstol Pablo ofrece su vivencia de lo que supone para él la fe cristiana. Los creyentes, fundamentados en Jesús y movidos por el Espíritu del mismo Jesús, forman el verdadero edificio, la Comunidad Cristiana, lugar y signo de la presencia de Dios en este mundo.Somos llamados a ser templos del Dios vivo.
El Evangelio (Jn 2,13-22) nos propone un símbolo profundo y de significación muy especial: Jesús tiene autoridad para defender aquel templo de piedra, porque él es el verdadero Templo, presencia viva y vivificante de Dios mismo. Por eso, el templo de piedra pasa a segundo lugar; la preferencia absoluta ahora la tiene Jesús, a quien le devora el celo por su Padre, ofreciendo nueva vida a cuantos le buscan; él es el punto de encuentro con Dios.
Tras la Homilía, el Padre Carlos, nuestro párroco, bautizó a nuestra hermana María Flor. Recordó, que el bautismo es el sacramento por el cual nacemos a la vida cristiana, nos convertimos en hijos de Dios, y miembros de la Iglesia, mediante la ablución del agua y la invocación de la Santísima Trinidad. Al recibir el sacramento del bautismo, liberación simbólica del alma del pecado y el renacimiento en la fe, nuestra hermana María Flor, pasa a formar parte de la Comunidad Cristiana,de la gran familia de Dios, por lo tanto, nuestra familia crece.
Que el Señor guíe siempre tus pasos
con la luz de la fe.
¡Bienvenida a la familia!
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