domingo, 27 de diciembre de 2015

FESTIVIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA. CICLO C


Celebramos hoy, la Solemnidad de la Sagrada Familia, la Familia de Nazaret. No podía ser de otra manera: si el Hijo de Dios se ha hecho hombre como cualquiera de nosotros, tiene que nacer, vivir y crecer en el seno de una familia, la de José y María, modelo para nuestras familias de amor incondicional. La Palabra de Dios nos presenta así a la familia como ámbito de integración y de vida, como núcleo importante en el desarrollo de cada persona. La familia es el mejor fermento de la vida cristiana y eso lo hemos de tener muy en cuenta. Pero, además, es la base del crecimiento más armónico y un ejemplo de amor y paz. ¡Qué importante ha de ser la familia a los ojos de Dios cuando lo primero que procuró para su Hijo fue una familia!

Las lecturas que vamos a escuchar en este día, tratan las características que ha de tener una familia: el amor, la esperanza, la fortaleza,el respeto, la unión. Además, el Evangelio, nos habla que incluso en medio de las dificultades la familia ha de salir unida hacia adelante. 

La Primera Lectura (Eclo 3, 2-6. 12-14) hace un comentario al cuarto mandamiento: el de honrar a los padres. En los hijos comporta respeto, servicio y auxilio. Todo ello como lenguaje del amor, que engrandece la relación humana y la orienta hacia Dios. El autor del Antiguo Testamento nos da enseñanzas firmes para que nuestras familias funcionen en el amor y en la esperanza.

El Salmo (127) "Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos" es un canto constante de bendición del hombre justo al Señor Dios. Pero a su vez esa bendición vuelve hacia los fieles convertida en apoyo de Dios al camino de quienes en Él confían. Dios premia al hombre y a la mujer fieles al Señor con muchos bienes familiares. Una buena familia, feliz y dichosa, es el gran premio. Para nosotros se puede decir lo mismo. La familia es una bendición permanente.

En la Segunda Lectura (Col. 3, 12-21) el apóstol Pablo escribe a los colosenses y les anima a practicar las virtudes humanas y cristianas como elegidos de Dios. Esto es, ir creando la comunidad cristiana como una familia, en cuyo seno se promueve la fraternidad, una familia nacida de un gran amor. Nos da el esquema de vida que hará todo lo que es deseable para nosotros sea realidad: “que vuestra vida la presida la misericordia, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión, el perdón… y así la paz de Dios habitará en vuestros corazones”.

El Evangelio (Lc 2, 22-40) nos narra el primer viaje de Jesús a Jerusalén para celebrar la fiesta de la Pascua. Se hacía a la edad de doce años. Y a la vuelta sus padres le dan por perdido. Pero no. Estaba en las “cosas de su Padre”, el Templo, siendo admiración de todos los que le escuchaban. Luego, volvió a Nazaret para vivir en familia hasta el día en que comenzó su vida pública.

Hemos contemplado en esta celebración el amor de Dios encarnado en la Familia de Nazaret. Jesús, María y José nos invitan a descubrir la grandeza y la sencillez de vida y a vivir la experiencia del Amor de Dios. La familia construida en el amor, ese amor de Dios, es la mayor riqueza que una persona puede poseer, por ello cuidémosla.


Lo hiciste en familia,Señor.
Por Navidad, Señor, por Navidad,
quisiste aparecer en el seno de un hogar.
Como distintivo, no la cantidad, sino la unión, como riqueza, no el dinero, sino el ejemplo de José y de María. Y es que, tu felicidad Señor, no fue la apariencia, el oro, las perlas o la plata: 
fue el amor de tu familia nazarena.

Amén. 

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