domingo, 21 de diciembre de 2014

IV DOMINGO DE ADVIENTO. CICLO B

Celebramos hoy el cuarto y último domingo de Adviento, sintiendo ya muy cerca la Navidad, la llegada del Dios-Niño. Cada día estamos más alegres, viene el Señor y además lo hace gracias a la obediencia y a la entrega de la Virgen María. Hoy, nuestros ojos, están puestos en la Madre de Dios, en María, ella, hizo y dijo mucho: Hágase en mí según tu Palabra, con su disponibilidad y confianza, hizo posible que Dios se hiciese hombre. La elección de Dios es siempre una gracia, un don, algo que plenifica. El saludo no provoca temor alguno en María; sólo turbación por la magnitud de su contenido. La presencia de Dios es siempre portadora de alegría y de paz; de ahí la invitación del ángel: Tranquilízate. Este saludo vale también para cada uno de nosotros, puesto que somos elegidos de Dios, llevamos con nosotros a Jesús Resucitado. Todo cristiano es portador de Cristo; esto es, portador de la Vida Nueva de Jesús con alegría y paz.


Al encender estas cuatro velas de la corona de Adviento, pensamos en Ella, la Virgen, tu madre y nuestra madre. Nadie te esperó con más ansia, con más ternura, con más amor, nadie te recibió con más alegría. Te sembraste en Ella, como el grano de trigo se siembra en el surco, y en sus brazos encontraste la cuna más hermosa. 


Dios viene a salvar a todo hombre. Ese plan de salvación, que estuvo en secreto durante siglos, ahora se va a realizar con el Nacimiento de Jesús en Belén. Sin la presencia de María, este plan tejido desde antiguo, no se hubiera podido llevar a cabo

En la Primera Lectura (2 Sm. 7, 1-5. 8b-12. 14a. 16) David quiere levantar un templo a Dios para fortalecer su dinastía. Pero no es el rey, el llamado a construir una casa para Dios, que está con su pueblo en todo lugar. Es Dios quien hace una casa para el rey y para su pueblo: elige a sus descendientes y los declara hijos. Por eso, cada rey que nace, despierta la esperanza de que se instaure el reino justo de Dios.

El Salmo (88) “Cantaré eternamente las misericordias del Señor” es, en definitiva, un himno al Dios fiel, al creador de todo y todos y un llamamiento a la fidelidad por parte de sus criaturas. Dios se acerca al género humano y los hombres y mujeres, de ahora y de todos los tiempos, se acercan a Dios para agradecerle su fidelidad. 

La Segunda Lectura (Rom 16, 25-27) nos ofrece una profunda reflexión del apóstol Pablo, quien proclama que el Evangelio es una buena noticia para la humanidad; pero los hombres no habrían podido jamás imaginar su contenido si no hubiera habido una expresa revelación de Dios. Ésta es la experiencia que ha vivido Pablo y la comparte. 

En el Evangelio (Lc 1, 26-38) se nos presenta la anunciación del ángel a María como el cumplimiento de las promesas de Dios al rey David. Y es que Dios es inmensamente libre en la elección de las personas y en la ejecución de los caminos de salvación. Aquí se encuentra con una muchacha, totalmente disponible a su Dios, y ahí se realiza en plenitud su proyecto de salvación. Nos abrimos, con profundo gozo, al anuncio de la presencia del Salvador.


¡Qué alegría sentimos Jesús, al pensar que ya estás en camino! Esperamos tu llegada con impaciencia, eres nuestro sol, nuestra luz. Hoy nuestro Padre Dios nos regala un nuevo día y por ello le damos las gracias, pero sobre todo, por el gran regalo que es enviarte a Ti, su Hijo, para enseñarnos a ser mejores. Nuestra misión es como la de María: dar a Cristo, con nuestras palabras y con nuestra vida, a cuantos nos rodean. 

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