Celebramos hoy el Vº Domingo de Cuaresma, vamos llegando al final de nuestro itinerario cuaresmal, tiempo de gracia, que culminará cuando celebremos con toda alegría, la gran fiesta de la Pascua. Solamente la fe, es lo que hace posible ver la gloria de Dios, en los signos que Jesús realiza. Hoy queda claro, que Jesús, es, verdaderamente, LA RESURRECION Y LA VIDA. No hay vida de verdad fuera de Él. Sin duda alguna, una llamada muy importante en estos tiempos en los que nos sentimos rodeados por tantos signos de muerte. Él nos llama y nos comunica su vida, vida que supone nuestra radical transformación y la resurrección para siempre. Se nos da la vida para que seamos vida para los demás.
Hoy, las lecturas, nos hablan de la esperanza, de un Dios que vence a la muerte. Por eso, nosotros, tenemos que hacer un acto de fe: CREEMOS EN LA RESURRECCIÓN. JESÚS ES LA FUENTE DE NUESTRA VIDA Y LA RESURRECCIÓN DEFINITIVA.
En la Segunda Lectura (Rom.8, 8-11) el apóstol Pablo distingue carne y espíritu, como dos dimensiones que actúan en la persona humana. Vivir en la carne es vivir según la mentalidad humana; vivir en el espíritu es dejarse llevar por la fuerza salvadora de Dios. El Espíritu hace que el hombre viva según el Evangelio y el querer de Dios.
En el Evangelio (Jn 11, 1-45) Juan nos narra la resurrección de Lázaro, personaje prominente de Betania, en cuya casa Jesús descansaba con frecuencia y lo hizo en los días anteriores a la Pasión que ya se acerca, Jesús nos va a mostrar que es resurrección y vida. Y es notable también en este pasaje comprobar los sentimientos de dolor de Jesús por la muerte de su amigo. Como no podía ser de otra forma, hoy se proclama que Jesús es portador de Vida, vida en abundancia y en plenitud. Nos acercamos con serenidad a descubrir esa vida junto al sepulcro de Lázaro.
TAMBIÉN YO, SEÑOR, QUIERO SALIR.
Pero, mientras no llegue ese momento,
guárdame en tu corazón, amigo y Señor,
no olvides que, mientras estuve y caminé en la tierra,
pensé en Ti, di gracias por haberte conocido,
cerré los ojos al mundo con el sueño de poder escuchar un día:
¡AMIGO, SAL DE AHÍ!
Haz, Señor, que mientras asoma ese instante de partir,
cuando algunos lloren y otros recen por mí
te siga amando con todo mi corazón, fuerza y afecto.
Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario