domingo, 3 de mayo de 2015

Vº DOMINGO DE PASCUA, CICLO B

Celebramos hoy, el Vº Domingo de Pascua, y estamos ya más cerca de una de las fiestas más importantes de la Iglesia, la celebración de Pentecostés (la venida del Espíritu Santo). La Palabra de Dios que comentamos en el día de hoy, viene a cuestionarnos si nuestra vida está unida verdaderamente a Dios nuestro Padre, o si, solamente, usamos alegatos importantes para justificar la ausencia del Señor en ella. La cuestión no puede ser más clara; y es que se trata de dar frutos de buenas obras y permanecer en el Señor. Añade, que Él es la Vida, nosotros los sarmientos, y el Padre el viñador. Y es que no podremos celebrar la alegría de la Pascua si no nos sentimos unidos va Jesús. 

En este tiempo de la Santa Pascua, las lecturas nos siguen iluminando en un sentido: Jesús es la fuente de la vida, la fuente del amor. Sin Él, corremos el peligro de no dar frutos. O, por lo menos, de no dar aquello que debiéramos de ofrecer como cristianos.

En la Primera Lectura (Hch 9, 26-31) vemos cómo en una Iglesia que goza de paz, que progresa, que se construye animada por el Espíritu, existen también en ella sospechas, recelos y desconfianzas. Ha llegado un discípulo, Pablo de Tarso, que no era de los suyos y les da miedo acogerlo. Necesitan la confirmación de Bernabé para aceptarlo y confiar en él sin reservas.

El Salmo (21) "El Señor es mi alabanza en la gran asamblea" habla del gozo y alegría por la intervención del Señor en nuestras vidas, pero también refleja proféticamente los momentos duros de la Pasión del Señor, que todavía está muy cercana en nuestros recuerdos.

La Segunda Lectura (1 Jn 3, 18-24) nos recuerda que el amor no quiere palabras, sino obras. Que la caridad, el amor, no se realiza con la boca sino con las manos. Que una oración por muy hermosa que sea, pierde su validez, si en el corazón existen rencores, envidias, recelos, maldad. Nuestra fe en Cristo ha de ir inseparablemente unida al amor a Dios y a nuestros hermanos. 

En el Evangelio (Jn 15, 1-8) Jesús a través del evangelista Juan nos dice que si no permanecemos en Él, no podremos hacer nada de valor ni dar los frutos que de nosotros Él esperaHemos de estar unidos a la vid, a Cristo; sólo así podremos dar frutos. Sólo así nuestros frutos serán: el amor, el servicio y la verdad. Nuestra misión consiste en hacerlos fecundar y ponerlos al servicio de nuestros hermanos.


Nosotros somos los sarmientos, Señor.
Tú la vid, llena de vida y de verdad.
Nosotros somos los sarmientos, Señor.
Tú la vid del buen vino, de la alegría.
Nosotros somos los sarmientos, Señor.
Tú la vid de la esperanza.
Nosotros somos los sarmientos, Señor.
Tú eres la vid del amor, Señor.
Nosotros somos los sarmientos, Señor.
Tú eres la vid de la Fe, Señor.
Nosotros somos los sarmientos, Señor.
Tú eres la vid de la unión.
Nosotros somos los sarmientos, Señor
Gracias, Señor por hacer brotar por amor, 
cosas buenas 
en todos y cada uno de nosotros.
Amén

No hay comentarios:

Publicar un comentario