domingo, 22 de junio de 2014

SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI, CICLO A

Celebramos hoy una fiesta de amor, la Solemnidad del Corpus Christi. Jesús quiso quedarse con nosotros para siempre. Su presencia real en el Sacramento del Altar es, claramente, un portentoso milagro de amor que nos inunda y nos hermana. Y esta fiesta comenzó a ser celebrada por toda la Iglesia en 1264, hace casi 900 años por decisión del Papa Urbano IV. Ya desde entonces se hacía la exposición solemne del Sacramento y se celebraba la procesión. Nosotros, aquí y ahora, queremos deciros que sentimos la enorme alegría de que Jesús, nuestro Maestro, no nos dejó solos y que Él está siempre cerca de nosotros.

Desde el antiguo testamento vemos la prefiguración de la Eucaristía con el maná; San Pablo nos recuerda la importancia de vivir en comunión con Cristo y nuestros hermanos al compartir el pan, que es garantía de resurrección y vida eterna.

En el libro del Deuteronomi
o 8, 2-3. 14b-16a, escuchamos cuando el pueblo de Israel fue alimentado por Dios con el maná, anticipando el pan eucarístico que nos da vida.

En la carta a los corintios 
(1 Co 10, 16-17) Pablo quiere que entendamos que aun siendo muchos, cuando comulgamos el Cuerpo de Cristo, formamos un cuerpo unido, y así, logramos la unión real con Él y en Él.

En el Evangelio de San Juan (
Jn 6, 51-58) Jesús se nos manifiesta como verdadero y único Pan que da la vida. 
La presencia del Cuerpo y la Sangre de Cristo en nuestro corazón, hace posible vivir en comunión con él.

Cristo nos prometió su presencia y nos la dejó en la Eucaristía, para que nosotros, ahora, la acojamos como un auténtico gesto de amor en nuestra vida. Y desde ahí, se nos invita a ser testigos de Jesús, a anunciar la vida nueva de Dios, que hace que las personas podamos ser pan compartido y presencia real del Amor del Padre manifestado en Jesús.

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