sábado, 12 de octubre de 2013

PRIMER DÍA DE TRIDUO EN HONOR A NUESTRA SEÑORA LA VIRGEN DE FÁTIMA


El miércoles día 9 comenzó el Triduo en honor a Nuestra Madre y Señora la Virgen de Fátima. Antes de comenzar la celebración de la Eucaristía, se pasó a leer un fragmento de la primera aparición del Ángel de la Paz a los pastorcitos.A continuación, pueden leer dicho fragmento:

Primera aparición del Ángel

No recuerdo exactamente los datos, puesto que en aquel tiempo no sabía nada de años, ni de meses, ni tampoco de los días de la semana. Me parece que debe haber sido en la primavera de 1916 que nos apareció el Ángel por primera vez en nuestro <<Loca de Cabeço>>. 
Como ya he escrito en el relato sobre Jacinta, subimos con el ganado el cerro arriba en busca de abrigo, y después de haber tomado nuestro bocadillo y dicho nuestras oraciones, vimos a cierta distancia, sobre la cúspide de los árboles, dirigiéndose hacia el saliente, una luz más blanca que la nieve, distinguiéndose la forma de un Joven transparente y más brillante que el cristal traspasado por los rayos del sol. Al acercarse más pudimos discernir y distinguir los rasgos. Estábamos sorprendidos y asombrados.Al llegar junto a nosotros dijo:

-No temáis: Soy el Ángel de la Paz. ¡Orad conmigo!

Y arrodillado en tierra inclinó la frente hasta el suelo.
Le imitamos llevados por un movimiento sobrenatural y repetimos las palabras que le oímos decir.
DIOS MÍO, YO CREO, ADORO, ESPERO Y TE AMO. TE PIDO PERDÓN POR LOS QUE NO CREEN, NO ADORAN, NO ESPERAN Y NO TE AMAN.

Después de repetir esto tres veces se levantó y dijo:
- Orad así. Los Corazones de Jesús y de María están atentos a la voz de vuestras súplicas.
Y desapareció. Sus palabras se grabaron de tal forma en nuestra mente que jamás nos olvidamos.Y, desde ahí, pasábamos largo tiempo postrados repitiéndolas –a veces, hasta caer cansados. 
La atmósfera sobrenatural que nos envolvió era tan densa que casi no nos dábamos cuenta durante un largo espacio de tiempo de nuestra propia existencia permaneciendo en la posición en que el Ángel nos había dejado repitiendo siempre la misma oración. Tan íntima e intensa era la conciencia de la presencia de Dios, que ni siquiera intentamos hablar el uno con el otro. Al día siguiente todavía sentimos la influencia de esa santa atmósfera que iba desapareciendo sólo poco a poco.
No decíamos nada de esta aparición, ni recomendamos tampoco el uno al otro guardar el secreto. La misma aparición parecía imponernos silencio. Era de una naturaleza tan íntima, que no era nada fácil hablar de ella. Tal vez por ser la primera manifestación de esta clase su impresión sobre nosotros era mayor. 
(Fragmento extraído de las Memorias de Lucía)

Tras la celebración de la Eucaristía se realizó la oración a la Virgen. Cada feligrés asistente, realizó su petición personal y confiada a nuestra Madre, la Virgen de Fátima.

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