Celebramos en este domingo, día del Señor, el XXXº Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A. La Palabra que hoy nos dirige el Señor, es clara y contundente: lo único que cuenta es el amor. El amor a Dios se manifiesta en la entrega a las personas, al prójimo, al más necesitado. Lo que le agrada a Dios no es el mero cumplimiento de unas normas o leyes, sino que el hombre viva. Amar a Dios significa, por tanto, ser fuente de vida para los demás y en especial para aquellos que viven sin lo más básico y necesario. Sólo desde una vivencia profunda de esta propuesta evangélica, podremos entender y asumir lo que significa el seguimiento de Jesús y lo que aporta a nuestras vidas.
El Salmo (17) " Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza",es para nosotros hoy, un canto al Dios fuerte y misericordioso que nos acompaña en todos los pasos de nuestra vida, y nos ayuda a vencer todas las dificultades del camino.
En la Segunda Lectura (1 Tes 1, 5c-10) el apóstol Pablo recuerda a los cristianos de Tesalónica los inicios de su fe, cuando entre dificultades, acogieron la Palabra y abandonaron los ídolos y aceptaron al verdadero Dios. Los tesalonicenses siguieron el ejemplo del Señor Jesús y de Pablo. El apóstol desea que sigan siendo modelos de fe y de amor, para que la Palabra continúe siendo anunciada.
Aceptando lo que Jesús mismo nos propone hoy, tenemos que optar por Jesús, cumplir el mandamiento principal uniendo inseparablemente y para siempre el amor a Dios y el amor a los demás. Amarlos como a uno mismo, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todo nuestro ser, esta es la gran propuesta de Jesús para sus seguidores. También para nosotros. ¿Cuál será nuestra respuesta?
Que el Señor nos despierte el corazón y nos convierta por dentro haciéndonos instrumentos de su Amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario