lunes, 25 de noviembre de 2013

XXXIVº DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, SOLEMNIDAD DE CRISTO REY. CELEBRACIÓN DE CLAUSURA DEL AÑO DE LA FE.

En comunión con el Papa Francisco, que concluye en este domingo el Año de la Fe, en Roma, nuestra Iglesia Diocesana de Cádiz y Ceuta, y nuestra Parroquia de Sta. Mª Micaela, desea coronar el camino personal y comunitario que hemos vivido. 
En este día, debemos dar gracias a Dios por el tiempo de la renovación que nos ha concedido. Junto a la Iglesia universal, reflexionaremos también sobre cómo hemos vivido y si se ha renovado nuestro compromiso con la fe. Celebramos también en este XXXIVº Domingo del Tiempo Ordinario, la Solemnidad de Jesucristo, Cristo Rey del Universo , fiesta que amplía la perspectiva de nuestra reflexión y nos invita a captar la belleza de la fe, en la promesa que el Señor nos ha hecho y que conservamos en nosotros con la esperanza que no decepciona.


Hoy, hacemos visible a la Iglesia que, peregrinando entre las dificultades de este mundo y los consuelos de Dios, nos invita a avanzar hacia el Reino de Dios, siendo fieles en la espera, constantes en el amor a Dios y al prójimo, y vigilantes en la oración.

En la Primera Lectura (2Sam 5,1-3), el profeta nos habla de los últimos tiempos, del término de todo, de la llamada definitiva a la salvación de Dios.Se narra el momento en que David es ungido Rey. Así David comenzó a reinar en todo Israel, pues fue úngido por todos los representantes de las tríbus. 

En el Salmo de hoy, "Vamos alegres a la casa del Señor" m
uestra la alegría desbordante por llegar a la Casa del Señor. Igual tiene que ser para nosotros hoy, donde mejor que en la Iglesia. Cristo nos acoge con los brazos abiertos, tiene misericordia de nosotros, perdona nuestros pecados y alimenta nuestro espíritu con su cuerpo y nos invita a caminar con la ayuda de la fe, con la ayuda del Espíritu Santo que se derrama en cada sacramento.Porque necesitamos todos del Espíritu Santo para poder llevar una vida cristiana, que consiste en poder parecernos a Jesús, teniendo de ejemplo sus buenas obras.

En la Segunda Lectura (Col 1,12-20) San Pablo nos invita a reflexionar sobre la fe, sobre cómo Jesucristo es Rey del Universo.Nos enseña, que la esperanza en la resurrección final, no debe restar valor a la lucha de la vida cotidiana, sino que, por el contrario, el esfuerzo y la constancia debe mantenerse por encima de todo.

El Evangelio (Lc 23,35-43) nos muestra como reina Jesucristo,nos muestra que su trono es la cruz ,en ella es donde ha recibido todo honor y toda gloria, entrando en la voluntad de su Padre,porque sabía también Jesucristo que su padre lo iba a resucitar, por eso ha aceptado estar en la cruz, ha aceptado ser injuriado, ha aceptado ser coronado con una corona de espinas y tener también un cetro que es la lanza con la que le han atravesado el costado y de la cual ha salido la sangre junto con el agua, signo de la Eucaristía y del bautismo, los dos sacramentos que nos dan el ser cristianos. Jesús nos invita, a dar testimonio firme y permanente de nuestra fe, pues, con nuestra perseverancia, podremos acceder a la vida que Dios nos ofrece.

Tras las lecturas, todos unidos en oración, con motivo de la clausura del Año de la Fe, encendimos las velas que recuerdan nuestro bautismo con la luz del Cirio Pascual, símbolo de la luz de Cristo resucitado,y rezamos el Credo Nicenoconstantinopolitano profesando nuestra fe.




Jesucristo nos invita a cambiar nuestra mentalidad, a cambiar nuestra forma de ver la vida, lo importante es servir, lo importante es amar al otro, para podernos parecer a Él, a Cristo crucificado. Es necesario que nosotros, todos los cristianos tengamos una cruz, donde descubramos que nosotros no podemos, pero que Cristo lo ha vencido, que Cristo la ha hecho gloriosa y que Cristo ha resucitado de ella, para nosotros.


Reinaré, contigo, Señor,
anunciando tu misericordia y tu lealtad,
tu presencia y tu comunión con el Padre.
Tu fidelidad y tu reinado de vida y verdad
Reinaré, contigo, Señor ,
y, con tu Espíritu, me empujarás,
por el sendero de la verdad y lejos de la mentira.
Apartándome de aquellos que dicen ser de los tuyos,
pero se comportan como si nunca te hubieran conocido.
Dando gracias por tu nombre y proclamando
que, Tú Señor, eres el único Rey, siempre Rey, sólo Rey.

Amén.

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