La Primera Lectura (Gn. 15,5-12.17-18) nos muestra esa pregunta clave repetida cada día en la vida del hombre ¿Cómo sabré donde debo ir? Pues hemos de tener la seguridad de que Dios siempre responde al que lo escucha y se abre a sus signos; pero para ello hay que creer y hay que esperar. Y eso le ocurrió a Abrahán, que todo lo consiguió porque confió en el Señor.
El Samo (26) "Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida" reflejaba muy bien las emociones que experimentaban los peregrinos al acercarse a Jerusalén y se alegraban ante la cercanía del Templo. Además es la oración confiada dirigida al Señor que ayuda a todas sus criaturas. Esto último es perfectamente válido para nosotros hoy en día, confiemos en nuestro Padre, como Jesús nos enseñó.
El Samo (26) "Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida" reflejaba muy bien las emociones que experimentaban los peregrinos al acercarse a Jerusalén y se alegraban ante la cercanía del Templo. Además es la oración confiada dirigida al Señor que ayuda a todas sus criaturas. Esto último es perfectamente válido para nosotros hoy en día, confiemos en nuestro Padre, como Jesús nos enseñó.
En el Evangelio (Lc 9, 28b-36) según la visión del evangelista, la transfiguración en el monte Tabor es un anticipo de la resurrección de Jesús, es una pausa en su camino hacia Jerusalén. El Tabor en la vida de Jesús se encuentra entre el desierto y el calvario. Aquí se nos ofrece la identidad profunda del mismo Jesús. Jesús quiere mostrar a sus apóstoles –a tres de ellos—su gloria. Y lo hace poco antes de que la Pasión se inicie. Quiere darles fortaleza para los tiempos de dificultad, pero ellos no lo entienden hasta mucho después.
¡Ojalá nosotros seamos capaces de comprender los signos que el Señor nos muestra en la vida cotidiana!
No hay comentarios:
Publicar un comentario