¿Cómo nos portamos ante los demás? ¿Qué actitud tenemos frente a Dios? ¿Somos serviciales, amables, buenos, entregados? San Pablo nos va a recordar que todos somos iguales ante Dios. Además, en el Evangelio de este día, veremos a Jesús haciendo lo que mejor sabe hacer: el bien a los demás. Es todo un ejemplo para todos nosotros.
La Primera Lectura (Lv.13, 1-2. 44-46) nos muestra como la lepra era considerada en el pueblo de Israel una enfermedad tabú, una enfermedad contagiosa desde un punto de vista sanitario y también era considerada como un castigo por el pecado. Por eso, todo leproso era excluido del pueblo para que no contaminara a la comunidad. Se le prohibía toda relación con los demás. La lepra era la mayor muralla social de aquel tiempo.
Con el Salmo (31) "Tú eres mi refugio; me rodeas de cantos de liberación” que proclamemos hoy manifestamos que si reconocemos nuestro pecado seremos perdonados. Si, por el contrario, nuestra soberbia ciega a naturaleza de nuestra falta el perdón no llegará. Nos pide que dejemos la soberbia y acudamos cerca de Dios, que, como Padre Bueno, perdona y olvida todas nuestras faltas.
El mensaje de este domingo se nos presenta, pues, en un marco de liberación y de vida. Jesús, se acerca al leproso para poder presentarle el don de la vida de Dios Padre, su cercanía, que siempre se muestra por encima de leyes legales.El amor de Dios es mucho más grande de todos los condicionantes sociales y culturales.
Soy un leproso, Señor
cuando vivo en la mentira.
Cuando me creo el mejor,
c
uando no comparto lo que tengo
Soy un leproso, Señor
cuando me olvido de Ti y no rezo.
Cuando me aparto de Ti y no creo,
c
uando pienso sólo en lo que veo
Ayúdame, Señor, a ser como tú,
tratando a los demás con el mismo amor
que tú los tratas.
AMEN
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