domingo, 8 de febrero de 2015

Vº DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B


Celebramos hoy, en este V Domingo del Tiempo Ordinario, la Jornada de Manos Unidas, la campaña contra el hambre en el mundo. Es necesario escuchar el grito de dolor y sufrimiento de tantos hombres que viven y mueren en situación dramática. Seguimos acompañando a Jesús que nos libra de todo mal. Él, se pone de parte de aquellos hombres que quieren ser salvados. De parte de aquellos que, sufriendo, recurren a Él para calmar y curar sus dolores. También nosotros, en muchos momentos, sentimos que algo dentro de nuestros corazones, pensamientos o deseos no funciona bien. No dejemos que, nada ni nadie, el mal, el bienestar, el poder o el ruido del mundo, apaguen la voz del Señor. Dejemos que, el Señor nos toque y cure la fiebre de nuestra apatía, tristeza, falta de oración o de caridad.

El sufrimiento es una realidad en el mundo: no todo es felicidad ni bonito en la vida. Pero, como Job, es bueno saber esperar en Dios. Comprender que, al final, las pruebas, las guerras, la sangre ha de terminar. La paciencia es importante en la vida de los cristianos. La liturgia de la Palabra, nos va a abrir los ojos de nuestro corazón para poder contemplar a Jesús como el médico y Señor que viene a mostrarnos el proyecto de vida del Padre para con nosotros. Y Jesús hace realidad ese plan de Dios. Así lo veremos en el evangelio. 

En la Primera Lectura (Job, 7, 1-4. 6-7) Job, quiere responder al interrogante del sufrimiento y de la muerte del justo. Job define la vida como un servicio que está caracterizado por el esfuerzo y el sufrimiento. Discute con Dios y quiere una explicación, pues no acepta con facilidad las palabras de consolación de sus amigos. Forzado por su situación, medita sobre la brevedad de la vida y pone su confianza en Dios.

El Salmo (146)" Alabad al Señor que cura los corazones destrozados" muestra que Dios vendrá en nuestro apoyo si estamos cerca de Él, que a pesar de las dificultades que nos podamos encontrar en la vida, tenemos que confiar en Dios Padre que es la roca firme que nos ayuda y fortalece.

En la Segunda Lectura (1 Co. 9, 16-19. 22-23) Pablo reflexiona sobre su vida y descubre su propia vocación: ha recibido el encargo de anunciar el Evangelio y lo cumple con generosidad y dedicación. Anuncia el Evangelio, haciéndose débil con los débiles y todo para todos, con tal de ganarlos para Cristo. Él, por su trabajo evangelizador, no espera ninguna recompensa humana. Eso mismo le hace sentirse libre para el servicio de su Señor.

El Evangelio de hoy 
(Mc 1, 29-39) nos presenta a Jesús profundamente comprometido con la causa de Dios en favor de la humanidad. De ahí que libera al hombre de situaciones de dolor y de marginación; se enfrenta al mal y vence a la enfermedad. Asimismo, nos dirá que para llevar a término su misión, Jesús se retira a orar al Padre.
 
Hermanos: no olvidemos que el lugar privilegiado de la experiencia de Dios es la vida, particularmente cuanto está abierta y entregada en favor de los necesitados y marginados; al servicio de la justicia que humaniza el ser humano; cuando se entrega -a fondo perdido-por el bien del hermano.

Que no me olvide, Jesús,
que tu mensaje se mantiene vivo
no sólo en el árbol de la palabrería
sino en el fruto de las buenas obras
Que tu mensaje se difunde con fuerza
cuando nuestras manos son alivio,
esperanza y fuerza moral
para los que se sienten desarmados
y sin más horizonte que la muerte.
Que no me olvide, Jesús, 
que tus preocupaciones,
han de ser las mías.
Que tus desvelos, 
han de contar 
con horas de mis horas.
Amén

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