La Palabra de Dios nos presentará hoy a Jesús como el verdadero profeta de Dios, que dice y vive su voluntad y, por eso, hace presente ese proyecto de vida y de liberación de Dios para con la humanidad. Así lo vemos en el evangelio de hoy. En Él, todos nosotros, hoy, estamos llamados a vivir la coherencia: creer desde el corazón y, sobre todo, vivir lo que decimos y creemos.
En la Primera Lectura (Dt. 18, 15-20) vemos cómo Dios, por medio de Moisés, anuncia la futura llegada de un gran profeta que, influido por el Padre Dios, hablará con sus palabras. Él será el portavoz de Dios y actuará en su nombre. Así el pueblo sabrá cuáles son los caminos queridos por Dios.
El Salmo (94) "Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor; no endurezcáis vuestro corazón" es uno de los muchos que reconocen en Dios el creador de todo. El salmista se asombra ante la magnificencia de la creación e irrumpe con un canto vibrante y lleno de esperanza. Pero también el autor del salmo 94 recuerda la obstinación del hombre ante la misericordia permanente del Señor. Y así evoca los episodios de Meribá y Masá cuando el pueblo se rebeló contra el camino marcado por Dios.
En la Segunda Lectura (1 Co. 7, 32-35) se esperaba la segunda venida del Señor y no parecía muy oportuno cambiar en esos tiempos de provisionalidad. De todos modos, no dejan de ser las palabras de Pablo un buen argumento para la doctrina del celibato eclesial. Pablo nos dice que Dios nos quiere tanto, que nos quiere libres para decidir cuál es el camino por el que queremos seguirle. Y que va a estar contento y orgulloso de nosotros, siempre que lo hagamos de corazón y lo hagamos a Él participante privilegiado de nuestra vida.
El Evangelio (Mc 1, 21-28) muestra la autoridad en la enseñanza de Jesús, que contrasta con la palabrería habitual de escribas y doctores acostumbrados a hablar mucho y a decir poco. En el Evangelio de Marcos que se proclama hoy se advierte la especial percepción de la gente sencilla que ve en Jesús de Nazaret una capacidad de enseñanza directa, fuerte y asequible. Por otro lado, el ejemplo puesto por el reconocimiento de esa misma autoridad por parte de los demonios pone en primer plano la existencia del demonio frente a la muy polémica tendencia que la niega. El Evangelio nos enseña a creer en la suprema autoridad de Jesús, nuestro maestro.
En medio de tanta palabra como se da en nuestras vidas, de tanta comunicación, con abundancia de imágenes, viene su Palabra a enseñarnos lo que Dios quiere de nosotros. Jesús es esa Palabra cargada de vida, avalada por sus acciones, acciones siempre liberadoras
Háblame, Señor, para que mis palabras
sean también verdad y sinceridad.
Háblame, Señor, p
ara que, luego yo,
recuerde y medite tus palabras,
medite y pregone tus palabras,
piense y diga tus palabras.
Háblame, Señor, p
ara que, allá donde yo esté,
haga algo por Ti,
diga algo de Ti,
transforme mi corazón por Ti.
Háblame, Señor, p
ara que nunca me canse
de luchar
e intentar hacer un pedazo de cielo
ahora, entre nosotros y aquí.
AMEN
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