domingo, 18 de enero de 2015

II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

Celebramos hoy en este IIº Domingo del Tiempo Ordinario, la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, bajo el lema "Una Iglesia sin fronteras, madre de todos"En este segundo domingo, 
se nos presenta el inicio del ministerio público de Jesús. Jesús va llamando para “estar”, “aprender” y “compartir” con Él, un estilo de vida diferente, a los que luego serán su grupo, sus SEGUIDORES. 
Pero… ¿cuál es la noticia? Dios sale también a nuestro encuentro, nos llama por nuestro nombre, se sirve de mediaciones, de otras personas, de acontecimientos de la vida, y nos invita a ser de “su grupo”; nos deja libertad para acogerle y, libremente, para seguirle. Él nos irá modelando, cambiando el corazón, nos dará la fortaleza, el coraje para dejarlo todo y responder con generosidad a su llamada de anunciar el mensaje del Reino.

Las lecturas de hoy nos invitan a escuchar la Palabra de Dios y, sobre todo, a confiar en Él, ya que como un padre cuida de cada uno de nosotros.

La Primera Lectura (1 Sam 3b, 3-10.19) nos presenta la vocación del joven Samuel. Dios llamó a Samuel mientras dormía pero no reconoció su voz. Samuel finalmente,aconsejado por Elí, oye la llamada de Dios y responde así: “Aquí estoy”. Como profeta que es Samuel aprende a escuchar y a atesorar la palabra de Dios. Nosotros también tenemos el privilegio de oír la Palabra de Dios. Ahora nos toca decir a nosotros: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. Abramos nuestros corazones a esa Palabra.

Cada vez que recitamos el Salmo (39) "Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad", mostramos nuestra plena confianza en el Señor, confianza en la cual descubrimos el amor misericordioso que Dios nos tiene, su fidelidad eterna que nos sostiene en los momentos difíciles, la roca firme donde podemos descansar, no cumpliendo nuestra propia voluntad, sino la del Señor, que quiere lo mejor para cada uno de nosotros.

En la Segunda lectura (1 Cor 6, 23-15.17-20)  San Pablo escribiéndole a los corintios viene a recordarnos que nosotros somos miembros del Cuerpo de Cristo y templos del Espíritu Santo. Debemos respetar nuestro cuerpo porque éste, al igual que el de Cristo, resucitará y será glorificado.

En el Evangelio de hoy (Jn 1, 35-42) se nos presenta a dos discípulos de Juan, el Bautista,Andrés y Juan, que escuchan su testimonio y siguen a Jesús. Ahí se produce el ENCUENTRO, encuentro que culminará en una opción clara y rotunda por el nuevo Maestro. Y es que han quedado fascinados por Jesús y, desde ahí, se produce el seguimiento que abarca toda su vida.  

Como el apóstol Andrés fue a comunicar a su hermano Pedro y a llevarle junto a Jesús, procuremos también nosotros comunicar a cuantos nos rodean el amor de Dios y la fuerza del Evangelio. Digamos con nuestras palabras y, sobre todo, con nuestra vida, que hemos encontrado a Jesús y que Él es el único Señor de nuestra existencia, nuestro Salvador


Déjame buscarte, Señor.
Dejando todo aquello que obstaculice 
el que yo te encuentre,
alejándome de los ruidos 
que me impiden escuchar tu voz.
Ayúdame a estar siempre inquieto: 
en permanente búsqueda.
Enséñame a estar contigo: 
y conocerte para nunca olvidarte.
Envíame para servir amando: 
y, contigo, siempre salvando.
AMEN

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