bautizaba. También nosotros hemos sido bautizados como Jesús. Hemos sido ungidos por el Espíritu para servir y hacer el bien, para continuar la obra liberadora de Jesús. Estamos necesitados de actualizar nuestro propio Bautismo, la gracia que hemos recibido en él, la exigencia que debemos de dar a nuestro compromiso cristiano. En definitiva, tenemos que tomar conciencia de que la tarea de todo bautizado es: vivir siendo signo, siendo luz; desterrar toda injusticia, buscar la unidad entre los hermanos y ayudar a construir un mundo nuevo donde reine la paz y el amor.
La Liturgia de este domingo, nos prepara a la misión de Jesús: Isaías indica cómo sería el Mesías. La segunda lectura, por otro lado, nos presenta un conjunto de enseñanzas sobre el papel que va a desempeñar el Salvador. Finalmente, el Evangelio nos narra la complacencia, la alegría, la satisfacción que tiene Dios en un Hijo que va a ser su voz, sus pies, sus manos y su corazón en la tierra.
En la Primera Lectura (Is 42, 1-4. 6-7) el profeta Isaías, nos enseña como será el Mesías. “El pábilo vacilante no lo apagará”, el pábilo es esa llama que pugna por seguir ardiendo y que cualquier golpe de aire puede apagar. En este fragmento el profeta Isaías hace una hermosa descripción de Jesucristo y, además, añade que será nuestro liberador y quien dará luz a nuestros ojos.
El Salmo (28) "El Señor bendice a su pueblo con la paz" refleja la admiración del pueblo ante Dios que reina con su fuerza sobre la tormenta. El título del salmo es, precisamente, “Dios en la tempestad”. Y es en esa fuerza de la naturaleza donde se demuestra visiblemente su fuerza, la cual pone a la disposición de su pueblo para que sea feliz. A nosotros hoy nos acerca a esa seguridad que necesitamos en estos tiempos tan difíciles.
En la Segunda Lectura (Hch 10, 34-38) se nos dice que la manifestación suprema de la bondad y del amor de Dios a los hombres es Cristo. Este amor, actuado por el Espíritu, nos hace nuevas criaturas y nos destina a la vida eterna. El apóstol Pedro, presenta a Jesús haciendo el bien y curando a los oprimidos.
Que esta celebración nos ayude a renovar nuestro Bautismo y a sentirnos amados por Dios; a descubrir que somos llamados a vivir como hijos suyos, y a salir de nuestro mundo cerrado para ir al encuentro de los hermanos.
¡Yo soy de los tuyos, Señor!
Desde el día de mi Bautismo en el que,
Dios, me hizo hijo suyo.
Cuando hago algo por los demás,
y no sólo miro por mí mismo.
Cuando escucho tu Palabra,
y siento que Dios me habla con palabras de amor.
Cuando, sabiendo que soy débil,
miro al cielo para que Dios me ayude.
¡Yo soy de los tuyos, Señor!
Si no dejo que, nada ni nadie, me aleje de Ti.
Si hago el bien a los que me rodean,
aunque algunos les parezca poco o nada.
Si, como Tú, Señor,
me dejo llevar de la mano del Padre.
Si, allá donde hablo y camino,
soy semilla de verdad, de justicia y de perdón
¡Yo soy de los tuyos, Señor!
Dame tu Espíritu para que, así, no se apague en mí
lo que Dios en el día de mi bautismo
me regaló con tanta fuerza y amor: su presencia.
Amén.
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