Celebramos hoy el XXXIIº Domingo del Tiempo Ordinario. Jesús nos va a hablar de vida eterna y de la Resurrección de todos, siendo Él el primero. Es, pues, un mensaje que contiene esperanza, amor y gozo. Pero en el origen de la respuesta del Maestro estaba una pregunta mal intencionada del grupo de los saduceos, que no creían ni en la resurrección, ni en casi nada. La pregunta es, a su vez, lo que motivó la famosa frase de “la trampa saducea” que tanto se utiliza como trampa malintencionada. Pero Jesús aprovechó para mostrar un camino de eternidad: “seremos como ángeles y estaremos siempre contemplando el rostro luminoso de nuestro Dios”.
Hoy las lecturas como dijimos al principio, tienen un mensaje de esperanza, alegría y gozo. Esta latente la promesa de vida eterna para todo aquel que cumple fielmente lo que el Señor nos pide. En un mundo donde se habla tan poco de Dios, la Resurrección es un mensaje de esperanza que nos insta a ser fuertes en nuestra fe, sin que nada ni nadie nos impida creer en el mensaje de Jesús: un día seremos llamados a la presencia del Señor, y participaremos con gozo de la plenitud de la vida eterna.
En la Primera Lectura (2Mac 7,1-2.9-14),se nos narra el martirio que siete hermanos sufrieron por confesar y no negar al único Dios verdadero. Es todo un ejemplo para nosotros, ejemplo de perseverancia en la Fe y el Amor a Dios.
El Salmo que proclamamos hoy "Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor" es un cántico en el que con gozo y confianza nos dirigimos a Dios Nuestro Padre.
En la Segunda Lectura (2Tes 2,16-3-5), San Pablo nos sugiere que no debe haber temor ante los Tiempos Últimos porque tenemos la fuerza de Dios que nos lleva a obrar y hablar bien. Es Dios quien nos inspira, la oración nos ayudará a encontrar consuelo y esperanza si tenemos siempre la confianza de que Dios nos escucha.
El Evangelio que proclamamos hoy (Lc 20,27-38) contiene una figura llamada “la trampa saducea” y que es frecuente en el lenguaje político o jurídico. Cuando los saduceos –que no creían en la resurrección—se acercan a Jesús quieren proponerle un tema sin más solución que la de ellos. Pero Jesús les enseña algo en lo que nunca habían pensado: que cuando resucitemos seremos como ángeles y que las necesidades de esta vida mortal no aparecerán en esa Vida Futura.
Nos hace una promesa de eternidad, recordándonos que los hijos de Dios tendrán que resucitar y vivir como ángeles, sin olvidar que Dios es vida.
La Celebración de hoy nos invita a pedirle a Dios que aumente nuestra fe y confianza en Él. Jesús nos hace una gran promesa, promesa que debe hacernos sentir muy alegres: todos seremos como ángeles cuando resucitemos. Esto es hermoso y necesario para nuestro caminar diario, pero además, no podemos olvidar que Jesús nos envía a continuar su misión en el mundo de hoy y a proclamar las maravillas que Dios hace y hará en nuestras vidas.
Que no me importe, Señor, la burla
de los que no se molestan en buscarte.
La sonrisa de los que, sintiéndose poderosos,
serán nada y polilla después de su grandeza.
Que no me importe, Señor, las falsas
promesas que el mundo me ofrece
frente a las tuyas, que han de ser eternas.
Los cortos caminos, que me llevan al abismo,
frente a los tuyos –estrechos y difíciles-
pero con final feliz y glorioso.
QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR.
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