Ellos son el campo donde hoy
me pides sembrar tu palabra.
Cada uno tiene su ayer y su hoy;
a cada uno le espera un mañana.
Yo Señor, siembro.
En tus manos dejo la fuerza
que hace que la semilla germine.
Solo tengo Señor, mi vida y mi palabra,
mi testimonio y mis ganas de anunciar
lo que yo mismo recibí y en mí tú has hecho fructificar.
Señor, ni es mía la semilla que siembro,
ni es mío el campo donde la arrojo.
Tuya es la semilla, y tuyo es el campo;
tú conoces el corazón de los que
me encomendaste mucho mejor que yo.
Sólo Señor,se decirte con toda humildad:
siervo soy, hice lo que supe y pude.
Haz tú lo que falta para que tu palabra fructifique
y de fruto abundante en la vida
y el corazón de cada uno de los pequeños
que pones en mi camino como catequista.
Amén
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