domingo, 6 de octubre de 2013

XXVIIº DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


Celebramos hoy el XXVIIºDomingo del Tiempo Ordinario, con e
l Envío del Catequista, iniciándose así el nuevo curso pastoral.  
En este domingo, la liturgia nos habla de la fe que todo lo puede y nada espera a cambio. Algunos cristianos se desaniman cuando sus peticiones no son contestadas inmediatamente por Dios. 
La Palabra Sagrada nos enseña hoy, que la fe es un don gratuito de Dios. Sólo necesitamos ser fieles y confiar plenamente en él, para que esa fe aumente día a día.

Los Apóstoles piden, hoy, al Señor Jesús que les aumente la fe. La petición es bastante lógica, y muy humana, pues es fácil y frecuente que todos tengamos dudas. Pero la respuesta del Maestro resulta más que notable. No cree en la fe de sus amigos, los cuales, tal vez, deberían haber dicho: “Danos, Señor, fe; algo de fe”. Y es cierto que si nuestra fe fuera auténtica, aunque muy pequeña, podríamos comenzar, a mejorar este mundo, descreído y sin amor. Es pues hoy un día en el que nos tenemos que interpelar en lo más profundo para saber en que creemos y como creemos. 

La fe nos anima y nos pone en marcha. Las tres lecturas que vamos a escuchar es precisamente un canto a la confianza en Dios. Sólo en la fuerza del Señor y con la fuerza del Señor, podemos afrontar muchos momentos que nos parecen imposibles de solucionar en el día a día.

En la Primera Lectura (Hab 1,2-3;2,2-4), el profeta dirige su queja a Dios por las injusticias que sufre el pueblo. Y Dios responde a la queja: Él salvará a su pueblo, pero mientras tanto necesitan ser fieles a Dios. Esta lectura, nos sitúa la verdadera fe dentro del reino de la paz y de la justicia.Y es que resulta totalmente cierta esa frase de Habacuc: “el justo vivirá por su fe”.

El Salmo que hoy proclamamos:Ojalá escuchéis la voz del Señor: No endurezcáis vuestro corazón, es una oración de alabanza, llena de júbilo, al Señor Nuestro Dios, creador de todo y de todos. Recuerda la rebelión del pueblo judío en el desierto, pero es un recuerdo paliado por la fe permanente de todo un pueblo que lo alaba sin reservas.

En la Segunda Lectura ( 2Tim 1,6-8.13-14)
 los consejos de San Pablo a su discípulo Timoteo se dirigen también a nosotros. Es un trabajo de enseñanza catequética que nos habla de los dones del Espíritu Santo que recibimos, como vehículo para mantener y engrandecer nuestra fe. Con nuestra vida y palabras debemos luchar por la "pureza de la fe".

En el Evangelio de hoy (Lc 17,5-10) la petición de los apóstoles a Jesús: "Señor, auméntanos la fe", es, en cierta manera, una demanda universal y permanente de todos los hombres y mujeres de todos los tiempos. Necesitamos que Dios incremente nuestra fe. Sin su ayuda la fe no es posible, pues es un don divino. Además, Jesús acierta cuando dice que nuestra fe ni siquiera llega al tamaño de la pequeñísima semilla de la mostaza.

La fe es un don completamente gratuito. Es un don que debemos pedir, al igual que hicieron los apóstoles, y actuar conforme a esa fe. N
uestra fragilidad no viene solo del cuerpo, sino también de la mente, del entendimiento, es por ello que Jesús está a nuestro lado para aumentar nuestra fe si permanecemos fieles a su llamada.



Gracias, Señor, Jesús, porque en el Evangelio 
de hoy 
nos muestras el poder 
incontenible de la fe auténtica.
Dios uno y trino es el interlocutor con 
quien hablamos y en quien
creemos; y tú, Jesús, nuestro modelo 
en ese diálogo de la fe.
Concédenos, Señor, siquiera un granito 
de fe verdadera 
para dar paso a tus maravillas 
en nuestras vidas pequeñas,
para tener luz y fuerza, 
optimismo y alegría, 
decisión y valentía
para creer de verdad en 
estos tiempos difíciles que vivimos.
Haz, Señor, que tu ternura providente 
despierte nuestra fe 
dormida, y 
concédele la calidad y el empuje 
que tú quieres
¡Señor, creemos; pero aumenta más y más nuestra fe!
  Amén.

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