Celebramos hoy, el Tercer Domingo de Cuaresma, tiempo de peregrinación hacia la Pascua y tiempo privilegiado de gracia y de conversión. Cada Cuaresma, es una oportunidad más para volver al Dios vivo, manifestado plenamente en Jesucristo. Cada Cuaresma, es una llamada incesante a la conversión para todos nosotros. Debemos tomar esta llamada en serio. El Señor nos ofrece el perdón y la misericordia, pero al mismo tiempo, nos pide que nos esforcemos decididamente para cambiar nuestra vida.
En este Tercer Domingo de Cuaresma, la Liturgia nos alienta a continuar el camino de la conversión, como marco principal del itinerario cuaresmal, además, nos muestra la importancia de la reconciliación.
Con la parábola de la higuera estéril Jesús nos invita a dar "frutos que siempre permanezcan".
Debemos observar el ejemplo de Dios y dejar atrás los rencores, ver siempre con la mirada de Dios, que es un Padre Misericordioso. Es un proceso, en el cual está inmerso todo cristiano que responde al llamado de Dios, a un cambio cimentado en la fe y confiado en el perdón, de esta manera daremos el fruto que el Señor espera de nosotros. Estamos a la mitad de la Cuaresma y es un buen momento para recapacitar y ver cómo van nuestros esfuerzos de conversión. Sabemos que Él nos ayuda y tiene paciencia con nosotros, como el viñador con la higuera… se puede esperar todavía antes de cortarla.
Debemos observar el ejemplo de Dios y dejar atrás los rencores, ver siempre con la mirada de Dios, que es un Padre Misericordioso. Es un proceso, en el cual está inmerso todo cristiano que responde al llamado de Dios, a un cambio cimentado en la fe y confiado en el perdón, de esta manera daremos el fruto que el Señor espera de nosotros. Estamos a la mitad de la Cuaresma y es un buen momento para recapacitar y ver cómo van nuestros esfuerzos de conversión. Sabemos que Él nos ayuda y tiene paciencia con nosotros, como el viñador con la higuera… se puede esperar todavía antes de cortarla.
Te damos gracias Padre Misericordioso
porque nunca nos abandonas
a nuestra propia suerte.
Cuando enviaste a Jesús, tu Hijo amado,
llegó la plenitud de los tiempos,
y se hizo realidad la redención.
¿Dónde? en la Cruz, cuando Tú lo resucitaste.
Te pedimos ahora Padre, que sigas
mirando con amor la planta que tú sembraste.
Nosotros somos como esa higuera,
que a veces no te da fruto, pero que aun así ,
Tú la abonas con sabiduría y amor
cuando nos apartamos de ti por nuestros pecados.
Señor, síguenos cuidando con tu palabra y tu perdón.
Amén.
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