La Cuaresma es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual. La Cuaresma es un camino de CONVERSIÓN. Conversión es, sobre todo, volver a Dios, buscarlo y, encontrándolo, permanecer en Él, vivir en Él, con Él y para Él. Convertirse es morir con Cristo para resucitar con Él. Y debe hacerse con decisión hasta lo más profundo de nuestro ser.
En este domingo, el Evangelio de San Lucas nos invita a la reconciliación, por medio de la parábola del hijo pródigo, contada por Jesús, cuyo protagonista principal: no es el hijo pecador que se aleja, no es el hermano mayor que no sabe nada de cariño y de perdón, es el padre que ama y que perdona, que mira con compasión y misericordia a su hijo arrepentido.Esta parábola contada por Jesús, nos enseña que hemos de saber todos arrepentirnos de corazón y volver a los brazos del Padre que espera pacientemente el regreso de su hijo arrepentido.
No podemos nunca dejar de darte gracias,
Dios nuestro, porque nos has tratado
como un padre y una madre
y has salido a nuestro encuentro,
te has adelantado a darnos tu cariño,
sin tener en cuenta siquiera
cómo te correspondemos.
Gracias por ser como eres, puro amor,
pura bondad y generosidad.
Gracias porque estás en nuestro interior,
porque nos sostienes y nos das la vida.
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