Faltando ya pocos días para la gran celebración de la Navidad, este cuarto Domingo de Adviento, el Evangelio nos recuerda que el nacimiento de Cristo estuvo precedido por el “sí” libre y generoso de una joven mujer llamada María. Ante el anuncio del Arcángel Gabriel resuena fuerte y decidida la respuesta de aquella joven virgen, en cuyo corazón ardía intensísima la llama del amor a Dios: “¡Sí! ¡Hágase en mi según tu palabra! ¡He aquí la esclava del Señor!
Queremos acercarnos al Corazón de aquella mujer valiente que pronunció su “sí” a Dios, un “sí” fuerte, audaz, generoso, ejemplar, fecundo, consistente, fiel.
Hoy el Señor nos invita, con las palabras de Isabel, a contemplar a la Madre de los creyentes para aprender a acoger y a dar a Jesús. Él viene a nosotros para iluminar nuestras vidas con su luz. Al encender estas cuatro velas, en el último domingo de Adviento, pensamos en Ella, la Virgen, tu madre y nuestra madre. Nadie te esperó con más ansia, con más ternura, con más amor. Nadie te recibió con más alegría. Te sembraste en Ella, como el grano de trigo se siembra en el surco. Y en sus brazos encontraste la cuna más hermosa. También nosotros queremos prepararnos así: en la fe, en el amor, y en el trabajo de cada día. ¡Ven pronto, Señor! ¡Ven a salvarnos!
Como finalización a este cuarto Domingo de Adviento contamos con la actuación de villancicos realizada por el coro Brisas de la Bahía.
¡Qué alegría sentimos Jesús, al pensar
que ya estás en camino!
Esperamos tu llegada con impaciencia.
Eres nuestro sol, nuestra luz.
Hoy nuestro Padre Dios nos regala
Eres nuestro sol, nuestra luz.
Hoy nuestro Padre Dios nos regala
un nuevo día y por ello le damos las gracias,
pero sobre todo, por el gran regalo
que es enviarte a Ti, su Hijo,
para enseñarnos a ser mejores.
Señor,t
e gusta salir al encuentro
de los hombres,
de los que te necesitan.
Encontrarse contigo es sentir
que dentro de nosotros se despierta la vida,
se despierta la alegría, se despierta lo nuevo.
Estamos próximo a la Navidad, y tú
estás de camino hacia todos nosotros.
Despierta todo lo bueno que llevamos dentro.
Despierta la vida que ya se nos duerme en el corazón.
Porque en estas Navidades también
nosotros queremos saltar de alegría,
como lo hizo Juan en el vientre de Isabel.
Con María y como María, confiemos en Dios;
demos vida a Jesús en nuestro corazón
demos vida a Jesús en nuestro corazón
y llevémoslo a los demás en la alegría y el cariño.
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