viernes, 16 de enero de 2015

LA BELLEZA DE LA ORACIÓN.


«La oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría» 
(Santa Teresita del Niño Jesús)

Decía un gran autor por ahí -refiriéndose a un monje que rezaba arrodillado- “hay una presencia densa. Ese hombre jamás es más hombre que cuando se muestra prosternado e inmóvil…”

Jamás el hombre es más hombre que cuando reza.
Porque la oración es sin duda la actividad que realiza, concreta y actualiza en modo más sublime la relación de amor entre Dios y el hombre. Y el amor es todo. Dios es Amor. El hombre es amor. Y en este amor, radica su más alta dignidad, su vocación más profunda y trágicamente olvidada, y también por supuesto su futuro tan aguardado…porque, cueste creerlo o no, el hombre no existe sino porque «creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador» (GS 19,1).


Dios es Amor, el hombre es amor, la oración es amor. Porque es relación, comunión, diálogo de amor, que permite al hombre entrar en contacto con Dios para dejarlo habitar en su corazón. A Dios se le conoce por contacto, amándolo, conformándose con Él. Por eso, hay una presencia densa en quien rezando ama y amando reza. En esa persona se percibe a Dios.

Jamás el hombre es más hombre que cuando reza.
Y uno aquí podría con nostálgica mirada culparse por los pocos espacios de oración que tiene, o que busca, o que desea. De hecho «esta “unión íntima y vital con Dios” (GS 19,1) puede ser olvidada, desconocida e incluso rechazada explícitamente por el hombre» (CIC 29).

Pero nuestra gran consolación es que por un lado Dios no cesa de buscarnos y llamarnos, para entablar de nuevo esta relación. Con Él, nunca es tarde para empezar de nuevo. La otra gran consolación es que todo lo que hacemos, lo podemos convertir en oración.

Pues como decía Santa Teresita del Niño Jesús: 
«La oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría»

Por lo cual, si logramos tener un espacio fuerte de encuentro con Dios; donde la calidad prima sobre la cantidad (buen ejemplo de ello es la misa, que durando aproximadamente media hora, nos permite lograr el contacto más íntimo con Dios), podremos mantenernos en presencia de Dios durante toda la jornada, transformando todas nuestras actividades del día en oración ¡Una vida hecha oración! Esto es lo que nos pide el apóstol Pablo cuando dice: «Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable» (Rom12,1)

Sí, jamás el hombre es más hombre que cuando reza, y rezando ama, y amando se vuelve el mismo oración.

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