Celebramos hoy en este cuarto Domingo de Pascua, llamado el del Buen Pastor, la Jornada Mundial por las Vocaciones y, en España, se une a esa celebración la también Jornada por las Vocaciones Nativas. La mies es mucha y los obreros siguen siendo pocos. Cristo es el guía, el maestro y el pastor, que no excluye a nadie en su programa de salvación; no hace distinciones de personas y, si prefiere a alguien, es el que está fuera del redil. Su misión es callada; la realiza en el silencio y en el monte. Busca lo que está perdido, anima lo decaído, restaura lo que está roto, cura y sana al que está malherido.
En el día de hoy, también celebramos con gran alegría juntos grandes y pequeños, la llegada de la Virgen de Fátima a la Parroquia que permanecerá todo el mes de mayo con nosotros.
En la Liturgia, escuchamos que los apóstoles, sabían muy bien que actuaban en nombre del Señor. Es decir; no iban por voluntad propia. Además, en las dos lecturas siguientes, contemplaremos el amor tan grande que Dios nos tiene. Un amor que, en la figura del Buen Pastor, da la vida por sus ovejas que somos todos nosotros.
El Salmo (117) "La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular" es uno de los más bellos de todo el Salterio, guarda relación con lo que Pedro nos dice en la primera lectura. Jesús es la piedra angular. Es un poema que refleja la especial acción de Dios por su pueblo.
En la Segunda Lectura (1 Jn 3, 1-2) vemos como según el testimonio del apóstol, la gran noticia es que Dios nos ha hecho hijos suyos. Para llevarlo a cabo, hemos sido arrancados del poder del mal y adoptados por Dios como hijos y admitidos a la esperanza de poseer un día la herencia de Cristo. De ahí que la nueva condición de hijos de Dios, nos invita a vivir el gozo pleno de pertenecer a la misma Familia de Dios.
En el Evangelio (Jn 10, 11-18) el “discípulo amado” nos propone, en esta reflexión, algo que afecta a lo más profundo del ser del seguidor del Nazareno: Jesús es el verdadero y único Pastor. Y los rasgos del buen pastor son: conocer y amar a cada una de las ovejas; llevarlas a los mejores pastos; buscar a las descarriadas; esperar a la perdida; curar a la herida; fortalecer a la enferma…
En la Primera Lectura (Hch. 4, 8-12) Pedro deja claro que Jesús ama a la Iglesia universal, sin excluir a nadie. Por eso un buen seguidor de Cristo tiene que vivir en comunión de amor con los hermanos. Una vez más ,se nos presenta a Jesús como la piedra angular donde ha de cimentarse la salvación
En la Segunda Lectura (1 Jn 3, 1-2) vemos como según el testimonio del apóstol, la gran noticia es que Dios nos ha hecho hijos suyos. Para llevarlo a cabo, hemos sido arrancados del poder del mal y adoptados por Dios como hijos y admitidos a la esperanza de poseer un día la herencia de Cristo. De ahí que la nueva condición de hijos de Dios, nos invita a vivir el gozo pleno de pertenecer a la misma Familia de Dios.
En el Evangelio (Jn 10, 11-18) el “discípulo amado” nos propone, en esta reflexión, algo que afecta a lo más profundo del ser del seguidor del Nazareno: Jesús es el verdadero y único Pastor. Y los rasgos del buen pastor son: conocer y amar a cada una de las ovejas; llevarlas a los mejores pastos; buscar a las descarriadas; esperar a la perdida; curar a la herida; fortalecer a la enferma…
¡Cuando más te necesito, Señor!
Te asomas, despertándome de mi letargo cristiano
y me pones en guardia frente a tantas cosas
que debilitan y distorsionan mi amistad contigo.
Cuando más ten necesito, Señor,
eres cayado en el que me apoyo para sujetarme
nunca caer y siempre levantarme.
Cuando, veo que mi nombre se pierde en el abismo,
suena tu voz clara y nítida: ¡AMIGO!
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