domingo, 19 de abril de 2015

IIIº DOMINGO DE PASCUA. CICLO B


Hoy celebramos el IIIº Domingo de Pascua, para celebrar juntos con la Palabra y nuestra alegría, el triunfo de la vida sobre la muerte a través de la resurrección de Cristo. Sentimos en nosotros una gran alegría, y es que Jesús Resucitado puede llenar nuestras vidas de esperanza, paz y alegría. ¿Nos damos cuenta de lo que esto supone?¿Qué podemos ofrecer al Señor? Ni más ni menos que nuestra fe. Para ello venimos a la Eucaristía: para fortalecer nuestra amistad con Él, para que desaparezcan nuestros interrogantes, nuestras dudas. Sigamos celebrando la Pascua del Señor.

Las lecturas de este tercer Domingo de Pascua nos hablan de lo esencial de este tiempo: Dios ha resucitado a Cristo de entre los muertos. También nos recuerdan que a pesar de nuestros pecados tenemos un gran defensor, Jesús que intercede ante Dios y que ha pagado con su vida por nosotros. Finalmente, escucharemos uno de los encuentros sorprendentes de Cristo Resucitado con los apóstoles. Que también nosotros sintamos la presencia de Jesús diciendo: ¡ES EL SEÑOR!

En la Primera Lectura (Hch. 3, 13-15. 17-19) Pedro habla a la multitud de Jerusalén, sin rodeos, presentando la culpabilidad del pueblo y de las autoridades en la muerte de Jesús.Nadie supo reconocer en Jesús al enviado de Dios, a su Hijo, y por eso lo condenaron y lo mataron. Pero Dios le resucitó, dando así razón y sentido a toda su vida. Pero les invita, también, al arrepentimiento,Pedro expone con valentía como se ha llevado a cabo el principio de la Redención.

El Salmo (4) 
"Haz brillar sobre nosotros el resplandor de tu rostro" era utilizado por los judíos como oración de la tarde, e incluso, por algunos como la plegaria para pronunciar antes de dormir. Es un salmo de agradecimiento y de confianza en Dios, siempre presente en nuestras necesidades. Para nosotros, hoy, es un canto de alegría para estos tiempos gozosos de la Pascua de Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

En la Segunda Lectura (1 Juan 2, 1-5a) el apóstol Juan nos recuerda que es en Jesús donde se ofrece la vida nueva, desde el perdón de los pecados. Pero esto conlleva, necesariamente, a un nuevo estilo de ser y de vivir, acorde con la nueva condición de hijos amados de Dios, cumplir los mandamientos, como él lo denomina, es precisamente vivir esta nueva realidad. 

En el Evangelio (Lc 24, 35-48) donde el Resucitado se hace presente en medio de sus discípulos, hay un hecho innegable, a los discípulos les cuesta reconocerle. De ahí, que es el mismo Señor quien les abre la mente para que puedan comprender las Escrituras y con ello acepten el proyecto de Dios, que pasa por asumir un Mesías capaz de sufrir y de entregarse por sus hermanos. Y es entonces cuando les envía a anunciar la conversión del corazón.

Experimentar la Resurrección significa contemplar las llagas, en manos y pies, del que murió crucificado, de quienes mueren crucificados hoy en nuestro mundo. Cada vez que nos reunimos en comunidad, cada vez que proclamamos su Palabra, cada vez que compartimos cuanto tenemos y somos, cada vez que vencemos al miedo y no nos callamos, aparece Jesús resucitado; Él mismo se hace presente y vive entre nosotros.


Quédate,Señor,no pases de largo.
Porque, contigo, mi camino es esperanza.
Porque, contigo, amanece la ilusión.
Porque, contigo, siento el cielo más cerca.
Porque, contigo, veo a más hermanos
y siento que tengo menos enemigos.
Porque, contigo, desaparece el desencanto
y brota la firme fe de quien sabe que Tú, 
Señor, eres principio y final de todo.
 Amén

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