Quiero ser, Padre, tus manos, tus ojos, tu corazón.
Mirar al otro como Tú le miras:
con una mirada rebosante de amor y de ternura.
Mirarme a mí, también, desde esa plenitud
con que Tú me amas, me llamas y me envías.
Lo quiero hacer desde la experiencia
del don recibido
y con la gratuidad
de la donación sencilla y
cotidiana al servicio de todos,
en especial de los más pobres.
Envíame, Señor,
y dame constancia, apertura y cercanía.
Enséñame a caminar en los pies
del que acompaño y me acompaña.
Ayúdame a multiplicar el pan
y curar las heridas, a no dejar de sonreír
y de compartir la esperanza.
Quiero servir configurado contigo
en tu diaconía.
Gracias por las huellas de ternura y
compasión que has dejado en mi vida.
En tu Palabra encuentro la Luz que me ilumina.
En la Oración, el Agua que me fecunda y purifica.
En la Eucaristía el Pan que fortalece
mi entrega y me da Vida.
Y en mi debilidad, Señor, encuentro
tu fortaleza cada día.
Amén
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