Dios viene a salvar a todo hombre. Ese plan de salvación, que estuvo en secreto durante siglos, ahora se va a realizar con el Nacimiento de Jesús en Belén. Sin la presencia de María, este plan tejido desde antiguo, no se hubiera podido llevar a cabo
El Salmo (88) “Cantaré eternamente las misericordias del Señor” es, en definitiva, un himno al Dios fiel, al creador de todo y todos y un llamamiento a la fidelidad por parte de sus criaturas. Dios se acerca al género humano y los hombres y mujeres, de ahora y de todos los tiempos, se acercan a Dios para agradecerle su fidelidad.
La Segunda Lectura (Rom 16, 25-27) nos ofrece una profunda reflexión del apóstol Pablo, quien proclama que el Evangelio es una buena noticia para la humanidad; pero los hombres no habrían podido jamás imaginar su contenido si no hubiera habido una expresa revelación de Dios. Ésta es la experiencia que ha vivido Pablo y la comparte.
En el Evangelio (Lc 1, 26-38) se nos presenta la anunciación del ángel a María como el cumplimiento de las promesas de Dios al rey David. Y es que Dios es inmensamente libre en la elección de las personas y en la ejecución de los caminos de salvación. Aquí se encuentra con una muchacha, totalmente disponible a su Dios, y ahí se realiza en plenitud su proyecto de salvación. Nos abrimos, con profundo gozo, al anuncio de la presencia del Salvador.
¡Qué alegría sentimos Jesús, al pensar que ya estás en camino! Esperamos tu llegada con impaciencia, eres nuestro sol, nuestra luz. Hoy nuestro Padre Dios nos regala un nuevo día y por ello le damos las gracias, pero sobre todo, por el gran regalo que es enviarte a Ti, su Hijo, para enseñarnos a ser mejores. Nuestra misión es como la de María: dar a Cristo, con nuestras palabras y con nuestra vida, a cuantos nos rodean.
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