Las lecturas de este día, tienen algo en común: cuando ponemos a Cristo en el centro de todo, las diferencias, lo secundario, lo que no es importante… lo debemos dejar a un lado. Lo imprescindible, lo que Dios quiere de nuestra vida cristiana, es que a través de Jesús lleguemos al conocimiento de su amor y de su verdad.
En la Primera Lectura (Hch 6, 1-7) se suscita el primer problema "administrativo" en la Iglesia. El número de fieles aumentaba y los Apóstoles tenían la necesidad de emplearse a fondo en la transmisión de la Palabra de Dios. Y así se decide nombrar siete diáconos para atender al servicio de los fieles. Aparece el diaconado, pues, en la historia de la Iglesia. De ellos, Esteban se convertiría en el primer mártir de la Iglesia y Felipe predicaría con la misma intensidad que los Apóstoles.
El Salmo (32) "Que tu misericordia Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti" es un himno dirigido al Dios poderoso y providente, una oración dirigida a Dios que vela por nosotros y que como respuesta reflejamos nuestro deseo ardiente de amar a Dios y de que todos nosotros –todos los hermanos y hermanas—le amen por encima de todo.
En la Segunda Lectura (1 P. 2, 4-9) el apóstol Pedro define la Iglesia como un templo, pero no un gran edificio, sino una comunidad de creyentes que testimonian la presencia del Señor resucitado en la vida cotidiana. En este templo, los cristianos son las piedras vivas, cuyo fundamento es Cristo, la piedra angular; y su misión es la de construir el Reino de Dios.
El Evangelio (Jn 14, 1-12) nos brinda, una afirmación fundamental de Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”; él se convierte en el acceso al Padre, con todo lo que ello implica. Ya no podemos decir que no sabemos nada de Dios; quien ve a Jesús y mira sus obras, descubre en él el rostro de Dios.
Descubriré que, avanzando Tú por delante,
eres la vía que lleva al rostro del Padre.
Eres el sendero iluminado por el Espíritu Santo,
eres Aquel que, cuando se mira,
encuentra frente a frente al que en el cielo espera.
Por tu camino, Señor, te veremos y cantaremos la grandeza de creer en Ti.
Te conoceremos y, contigo, sabremos de Dios.
Te conoceremos y, contigo, viviremos en Dios.
Te conoceremos y, contigo, marcharemos al Padre. Viviremos y, viviendo contigo, sentiremos que vivimos junto Aquel que te envió.
Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario