“Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste”, esta es la respuesta del Salmo de este domingo. Podemos decir que esta respuesta encierra toda la enseñanza de este domingo, la resume como una invitación a la oración. Oración que hacemos en las distintas circunstancias de nuestra vida, para agradecerle a Dios lo bueno que tenemos, para pedirle las cosas que necesitamos, para implorarle cuando estamos
en dificultades, para glorificarlo cuando reconocemos su grandeza. La oración es esa relación que con fidelidad debemos tener con nuestro Padre Dios.
La Primera Lectura (Gen 18,20-32) nos habla del poder de la oración del justo por los que no lo son. Abraham se compadece de Sodoma e intercede por ellos ante Dios.
La Segunda Lectura (Col 2,12-14) se nos presenta el valor salvador de Cristo. Pablo señala que el misterio pascual de Cristo está presente en el bautismo y su poder regenerador alcanza a todos por la fe. Nos dice, además, que Dios nos dio la vida en Cristo, perdonándonos todos los pecados.
Finalmente, el Evangelio (Lc 11,1-13), nos anima a suplicar al Señor con confianza de que somos escuchados, sin dudar jamás del amor de Dios para con nosotros.La importancia de la oración, continua plasmada en una bella parábola que hoy Jesús nos comparte "La parábola del amigo inoportuno".
En este día el Señor nos invita a ser constantes en la oración,a no dudar del amor que Dios tiene por cada uno de nosotros, y a tener plena confianza de que nos escucha y nos da lo que necesitamos, porque un Padre siempre busca y quiere lo mejor para sus hijos.
«Pedid y se os dará; buscad y hallaréis;
llamad y se os abrirá.
Porque todo el que pide, recibe;
el que busca, halla; y al que llama,
se le abrirá.(Lc 11, 9-10)
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