lunes, 15 de julio de 2013

XVº DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


Celebramos hoy, el XVº Domingo del Tiempo Ordinario.
En cada Eucaristía, el Señor se hace presente entre nosotros haciéndonos sensibles a su llamada y, además, sensibles a los problemas de los demás. En el Evangelio de hoy, se nos interpelará a no “pasar” de los problemas de los demás, a no permanecer inertes a las necesidades de nuestros hermanos, con la Parábola del Buen Samaritano.

El Señor es hoy bien claro: debemos amarlo con todas nuestras fuerzas, con todo nuestro corazón, con todo nuestro ser, ya que Él es nuestro único Dios, Creador y Padre; amor que implica también amar a nuestro prójimo, ya que es imposible amar a Dios si no amamos verdaderamente al hombre, que es hijo de Dios. Nos invita a descubrirlo en todo hombre y mujer que se acerca a nosotros y nos necesita. Debemos compartir ese amor que Dios tiene por cada uno de nosotros con nuestros hermanos, ya que como decía san Agustín "La medida del amor es amar sin medida". Hoy,el Señor, nos muestra el camino del amor invitándonos a recorrerlo como único camino hacia Él.

En la primera lectura del libro del Deuteronomio,Moisés nos dice: "todos mis mandamientos están muy a tu alcance: en tu boca y en tu corazón, para que puedas cumplirlos". La ley del Señor,no se parece a las leyes que nosotros conocemos,no es una ley cambiante, no es un acuerdo entre intereses humanos... Podemos decir, que la ley del Señor brota de lo que somos, de hecho, él mismo la ha puesto en nosotros. Los mandamientos de Dios están impresos en el corazón de cada uno de nosotros, estamos llamados a la conversión, a amar a nuestro prójimo sin reservas, a ser humildes en nuestro caminar diario.

El salmo que recitamos hoy "Humildes, buscad al Señor ,y revivirá vuestro corazón" ,nos transmite que con humildad debemos buscar a Dios, un Dios misericordioso que nunca abandona y que siempre nos muestra su infinita fidelidad.

 Pablo, en la segunda lectura, expresa bellamente la verdad de que la plenitud de la presencia y gracia de Dios, su cercanía con los hombres, se encuentra en Jesucristo, que es a la vez la imagen del Dios invisible y la cabeza de la Iglesia. De hecho, es en Jesucristo donde lo celestial y terrenal encuentran su punto de unión inquebrantable y su reconciliación.

El Evangelio de hoy en el que se narra la Parábola del Buen Samaritano, recalca el hecho de que el cumplimiento del mandamiento del amor es el camino a la cercanía y la amistad con Dios que nos lleva a la vida eterna. Desglosando un poco la parábola, podemos ver a quien representa cada uno de los personajes que aparecen: 
Jesús es el Buen Samaritano, el hombre es el asaltado al borde del camino de su felicidad, los ladrones son las tentaciones que nos encontramos en el día a día,el maligno y su afán destructor de nuestra humanidad y bondad. La posada es la Iglesia donde Dios (posadero) cura a todo el que se acerca, la cabalgadura es la cruz de Jesús donde lleva, sobre sus hombros,a toda la humanidad herida, el precio es su propia sangre, sangre derramada por nuestros pecados.


Nuestro encuentro con Dios se hace posible porque Él quiere encontrarse con nosotros revelando su voluntad a través de sus mandatos, a través de su hijo, Jesucristo, en el cual reside toda la plenitud, y a través del amor especialmente el amor al prójimo.

Gracias, Padre, porque en Cristo, que nos acompaña 
en la común travesía del desierto de la vida, 
el buen samaritano, 
sales siempre al encuentro 
del hombre maltrecho y caído.
Tú no nos dejas nunca solos 
en las lágrimas y en la noche,
sino que nos recoges 
en el hogar de tus manos de padre.
Con su ejemplo, nos enseñó Jesús, 
a no pasar de largo, 
ignorando al hermano necesitado 
que encontramos en la ruta.
Concédenos, Señor, imitar tu compasión 
y tu misericordia, 
para que, portándonos 
como prójimos de todo hombre y mujer, 
nos entreguemos a la apasionante tarea de 
amar a los hermanos. Así el amor 
será nuestra vida y nuestra identificación 
como verdaderos cristianos.
Amén.


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