Jesús se presenta como profeta: tiene la misión de predicar oportuna e inoportunamente la Palabra de Dios, una palabra que no siempre cae bien, que denuncia, que quema, pero que finalmente triunfa.
Y ésta es la misión a la que estamos llamados todos los que queremos ser verdaderos discípulos suyos.
Y ésta es la misión a la que estamos llamados todos los que queremos ser verdaderos discípulos suyos.
La Palabra del Señor nos invita a ser verdaderos profetas.
En su Palabra Dios nos muestra que somos amados por Él y llamados a hacer todo por amor, aunque no siempre seamos comprendidos y aceptados, como le sucedió a Jesús. Dios nos eligió y nos ama antes de que fuéramos concebidos en el vientre de nuestra madre. Y porque nos ama, nos convoca hoy a participar en la mesa de su Palabra y de su Eucaristía, abriendo nuestro corazón para anunciar a Jesús a todos nuestros hermanos con mucho entusiasmo y alegría.
Jesús queremos seguirte y responder
a tu
llamada como lo hicieron los apóstoles.
Nos fiamos de tu palabra, queremos ser
tus amigos,
para recibir el amor de Dios que tú nos traes
y así hacer crecer tu
Reino en esta tierra.
¡Gracias Jesús! En tu iglesia todos somos útiles
y
estamos llamados a hacerte presente entre los hombres.
Esta Eucaristía tiene que haber significado para
nuestras vidas un nuevo
impulso evangelizador;
el mismo Señor nos ha elegido para ser sus profetas
y nos ha enviado a
proclamar su Palabra,
a comunicarla sin miedo y con mucho amor.
Emprendamos
pues nuestro camino.
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