Cristo hoy se manifiesta en el esplendor de su gloria, de su divinidad, que durante su vida entre nosotros estaba oculta por su humanidad.La transfiguración representa una etapa fugaz de ese itinerario, anticipa su meta y revela a los discípulos la verdadera identidad del Redentor. El misterio de la Transfiguración nos ofrece también a nosotros un mensaje de esperanza. Nos invita a encontrar al Señor y nos alienta, después, a bajar del monte para estar al servicio de nuestros hermanos con los ojos y el corazón transfigurados.
Es interesante que san Lucas nos diga que Jesús oraba cuando
sucedió esto. Con este detalle nos puede quedar claro que esta transfiguración
fue fruto de la unión perfecta entre Jesús y Dios Padre, por lo tanto, que la luz brillante que
transfiguraba a Jesús, brotaba de su interior, como si el contacto perfecto con
Dios lo llevara a esta transformación en su cuerpo glorioso. Hilando todas estas ideas, podríamos decir
que la transfiguración es la manifestación de la vida que Jesús llevaba en su
interior, vida que llevaría a la plenitud los planes de Dios manifestados en la
Ley y los Profetas. Tal vez esta escena la vemos muy lejos de nuestras vidas,
pues no nos imaginamos cómo nos podríamos transfigurar nosotros también, sin
embargo, si tomamos en cuenta que esta transfiguración que en Jesús sucedió en
un instante, en nosotros ha de suceder durante toda nuestra vida, entonces sí
podremos pensar en comenzar a vivir nuestra propia transfiguración desde hoy. Esta consistirá en
dejar que la vida que Dios nos ha dado y llevamos en nuestro interior se vaya reflejando en nuestras actitudes y acciones. Tal como sucede
en nuestras vidas, nadie nace un campeón, sino que se va haciendo; ni tampoco
nace un excelente esposo o padre o madre, sino que se va haciendo. De la misma
manera, nosotros debemos de buscar ir haciéndonos cada vez mejores cristianos,
mejores hijos de Dios, mejores hermanos.
Gracias te damos, Señor, Dios Padre nuestro,
por la esperanza que alientas en el corazón
de tus hijos:
Jesucristo, tu Hijo y
nuestro Salvador, el Señor transfigurado,
transformará nuestra condición terrena y caduca
según el modelo de su condición gloriosa y eterna.
"Tu imagen Señor sobre mi,
bastará para cambiarme"