domingo, 10 de abril de 2016

IIIº DOMINGO DE PASCUA. CICLO C


En este IIIº Domingo de Pascua sigue resonando la gran alegría que nos trajo el Domingo de Resurrección: ¡el Señor está aquí en medio de nosotros! Además, nos invita a participar de su Cuerpo y de su Palabra. El Señor está en medio de nosotros y, su fuerza resucitada, nos tiene que hacer ser testigos de su amor y de su presencia.

La fe en Jesús movió los corazones de los apóstoles. Hoy, en la liturgia nos quedaremos asombrados de la gigantesca fe de estos amigos de Jesús. Fueron capaces de reconocer su presencia y, sobre todo, obedecer a Dios antes que a los mismos hombres.

En la Primera Lectura (Hch 5, 27b-32. 40b-41) Pedro y los otros apóstoles no tardan en experimentar lo que significa confesar y anunciar a Cristo resucitado. El testimonio de los apóstoles suscita reacciones en las autoridades religiosas y políticas de Jerusalén. Pedro afirma con valentía que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.

Este Salmo (29) "Te ensalzaré, Señor, porque me has librado" era originariamente de agradecimiento al Señor por haber librado de grave enfermedad a los fieles judíos. Después, y tras la victoria de los Macabeos se utilizó como dedicación del Templo de Jerusalén. Para nosotros hoy tiene resonancias de reconciliación ante pecados y faltas pasadas y la curación de nuestras penas.

En la Segunda Lectura (Ap 5, 11-14) se nos dice que: “Digno es Cristo de recibir la sabiduría, el honor, la gloria, el poder y la alabanza”; y eso nos da el conocimiento de que podremos sentir, siempre, a Jesús a nuestro lado.

En el Evangelio (Jn 21, 1-19) leemos como una vez más, el lago de Tiberíades vuelve a ser un lugar de encuentro con el resucitado. En el marco de la pesca milagrosa, Jesús ofrece a los apóstoles una comida, confirma a Pedro en su misión y establece el Amor como signo del servicio pastoral y guía de la nueva comunidad inaugurada. 


¡Por tu nombre, Señor!
Te amaré hasta el final y, amándote como Tú mereces,
sembraré de fraternidad y de perdón mis caminos, de alegría y de belleza los corazones de los que te anhelan, de regocijo y de seguridad los rostros cansados de tantos caminos retorcidos.
Amén 

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