En las lecturas de hoy se nos anima a descubrir a Jesús como el único y sumo sacerdote. Gracias a Él, el hombre, puede unirse plenamente a Dios. Pero, seguir a Jesús, no siempre es fácil. Las dificultades, las cruces y los tropiezos asoman por algunas esquinas de nuestra vida cristiana.
La Primera Lectura (Is 53,10-11) contiene la profecía del Siervo de Dios. El profeta Isaías presenta al siervo que entrega su vida en expiación. Su entrega es fecunda porque ha dado vida a otros. Aquí ya se está anunciando la presencia nueva y definitiva del Siervo de Dios, que es Jesús.
El Salmo (32) "Que tu misericordia,Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti" muestra el amor incondicional y la misericordia infinita que tiene Dios por cada uno de nosotros.
La Segunda Lectura (Heb 4, 14-16) nos ofrece una descripción litúrgica de la misión salvadora de Jesús, nuestro Señor. Jesús es el Sumo sacerdote de una nueva alianza de paz, amor y reconciliación.
En el Evangelio (Mc 10,35-45) encontramos a Jesús con los apóstoles actuando y ofreciéndoles el camino que lleva a la vida. Y no deja lugar a dudas: “El que quiera entre vosotros ser grande, que sea vuestro servidor”, es la propuesta, clara y nítida, para todos nosotros hoy también, de nuestro Señor Jesús.
Eres, Señor, luz de la humanidad.
Quien a ti te escucha, encuentra alivio.
Quien a ti te sigue, se siente protegido.
Quien a ti bendice, queda engrandecido,
sobrecogido y enardecido por tu presencia,Señor.
Nunca, nuestra tierra,
cesará de darte
gracias por tu Palabra.
Por poner esperanza a nuestro lado,
por sembrar ilusiones en nuestros senderos,
por levantarnos, con y por tu Palabra,
cuando nos sentimos decepcionados,
engañados o humillados
por tanta palabra
y bisutería que ofrece el mundo.
¡Gracias, Señor!
Sigues siendo luz de muchos pueblos,
horizonte de muchas metas,
vida de muchas vidas.
Orgullo de millones de hombres y mujeres
que, sintiendo la peligrosa noche,
saben que Tú sigues siendo… la LUZ.
Amén
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