El camino que hemos de seguir para crecer como hijos de Dios nos va a ser narrado en la primera lectura de este día. Además, San Pablo, nos recordará que no siempre lo grande para el mundo es lo más importante para Dios. Finalmente, el Evangelio, con el relato de la expulsión de los mercaderes del atrio del templo nos viene a recordar cómo tenemos que dar auténtico y profundo culto y gloria a Dios.
En la Primera Lectura (Ex 20,1-17) Dios habla al pueblo de Israel y le indica el camino para crecer y vivir unidos mediante los diez mandamientos. Esto,no supone una carga o una imposición, Dios ha liberado a su pueblo y ahora lo llama a vivir, a tomar posesión desde la libertad. Los mandamientos de Dios, son también para nosotros, una prueba del amor que Dios nos tiene y una orientación para vivir felices.
El Salmo (18) "Señor,Tú tienes palabras de vida eterna" exalta a Dios como creador del cielo y autor de la ley. Y ante ello el ser humano se maravilla por la grandeza del creador. La mejor reacción de los fieles ante la grandeza del Señor es un golpe feliz de humildad, de conocer desde la alegría la importancia de nuestro Padre del cielo, que nos ama y nos acompaña en todo momento.
En la Segunda Lectura (1 Co 1, 22-25) se nos ofrece el testimonio del apóstol Pablo: nuestro Dios es un Dios crucificado. No es un Dios vengativo, que se impone por la fuerza; Dios es frágil, tierno, con entrañas de misericordia, rico en perdón y que nos ama incondicionalmente. Para algunos el seguimiento de Cristo es necedad para otros un grave prejuicio. Pero para nosotros es Camino, Verdad y Vida.
Con el Evangelio (Jn 2, 13-25) podemos ver como Jesús nos libera de nuestras esclavitudes siempre. Y eso es lo que hace en el Templo, la expulsión de los mercaderes es una forma de purificar la religión. No sirve con tener siempre en la boca la palabra “Dios”. Sirve que llevemos en un corazón puro y purificado, la esencia del mensaje del Señor Dios. Por eso Jesús viene a purificarlo a limpiarlo como en el templo. ¡Hay tanto que eliminar en nuestro corazón! ¡Hay tantas ataduras que liberar!
Hablar de la “Casa de Dios” no es hablar de las cosas de la Iglesia, aunque éstas también sean suyas; es hablar de su causa; de lo que para Él es sagrado. Y para Dios, sagrado son las personas, la vida, la justicia, la paz, la semilla de su Reino que brota en este mundo. No olvidemos que somos templos de Dios, es decir, lugar de encuentro con Dios. Ojalá que aquellos que necesitan y buscan al Señor puedan descubrir, por medio de nuestra vida, su presencia y su amor.
Con el Evangelio (Jn 2, 13-25) podemos ver como Jesús nos libera de nuestras esclavitudes siempre. Y eso es lo que hace en el Templo, la expulsión de los mercaderes es una forma de purificar la religión. No sirve con tener siempre en la boca la palabra “Dios”. Sirve que llevemos en un corazón puro y purificado, la esencia del mensaje del Señor Dios. Por eso Jesús viene a purificarlo a limpiarlo como en el templo. ¡Hay tanto que eliminar en nuestro corazón! ¡Hay tantas ataduras que liberar!
Quiero ser tu templo, Señor.
Edificado sobre tus diez mandamientos,
señalado con la cruz redentora.
Fortalecido con la sabiduría divina,
rejuvenecido por tu Gracia.
Sí, Señor; si Tú quieres,deseo
y te pido me hagas templo vivo
para que, un día y contigo,
aun siendo destruido por la muerte
pueda resucitar de nuevo.
Amén
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