suficiente, gracias a su intensa y profunda fe, para ser modelo de fidelidad a su Amado Jesús por sobre todas las cosas, llegando incluso a dar su vida. Su mismo nombre es presagio de su vida. Inés significa "pura" en griego y "cordera" en latín. Muere pura, imitando a su amado, el Cordero de Dios.
Nació al rededor del año 290. Pertenecía a una noble familia romana. La joven recibió muy buena educación cristiana y había consagrado su virginidad al Señor Jesús.
Debido a sus riquezas y hermosura, la santa fue pretendida por varios hombres, incluso por el hijo del alcalde de Roma, el cual le prometió grandes regalos a cambio de la promesa de matrimonio. Pero ella, fiel a su Esposo Jesús, le respondió: "He sido solicitada por otro Amante. Yo amo a Cristo. Seré la esposa de Aquel cuya Madre es Virgen; lo amaré y seguiré siendo casta". Ante esta negativa, él la denunció como cristiana al gobernador. En ese tiempo se estaba realizando la persecución de Diocleciano. El gobernador intentaba persuadirla con amenazas, pero ellas no alcanzaron para que la joven desistiera de su fe. Estaba enamorada de Cristo y eso le hacía perseverar y no ceder ante el temor de la tortura. Al no lograr convencerla, el gobernador la envió a una casa de prostitución, donde acudieron muchos jóvenes pero que no se atrevieron a acercársele, pues se llenaron de terror y espanto al ser observados por la santa. Ningún hombre pudo profanar ese cuerpo virgen, templo del Señor. El gobernador enfurecido la condenó a ser decapitada. La apresó y la amenazó con las llamas. Pero todo en vano. Finalmente resuelve condenarla a muerte degollada.
En el momento de morir le dice al gobernador, que aún la intentaba persuadir de que renegara de su fe y fidelidad a Jesús a cambio de perdonarle la vida: "La esposa injuria a su esposo si acepta el amor de otros pretendientes. Únicamente será mi esposo el que primero me eligió, Jesucristo. ¿Por qué tardas tanto verdugo? Perezca este cuerpo que no quiero sea de ojos que no deseo complacer". No quedó lugar sin herida en aquel cuerpo tan pequeño.
Llegado el momento del martirio, reza y espera sin temor la llegada de su propia muerte.
Sus restos fueron enterrados en la Vía Nomentana, en las llamadas catacumbas de Santa Inés. Aún hoy, el 21 de enero de cada año, se bendicen en este lugar dos corderillos con cuya lana se teje el Pallium del Papa y de los Arzobispos.
Nació al rededor del año 290. Pertenecía a una noble familia romana. La joven recibió muy buena educación cristiana y había consagrado su virginidad al Señor Jesús.
Debido a sus riquezas y hermosura, la santa fue pretendida por varios hombres, incluso por el hijo del alcalde de Roma, el cual le prometió grandes regalos a cambio de la promesa de matrimonio. Pero ella, fiel a su Esposo Jesús, le respondió: "He sido solicitada por otro Amante. Yo amo a Cristo. Seré la esposa de Aquel cuya Madre es Virgen; lo amaré y seguiré siendo casta". Ante esta negativa, él la denunció como cristiana al gobernador. En ese tiempo se estaba realizando la persecución de Diocleciano. El gobernador intentaba persuadirla con amenazas, pero ellas no alcanzaron para que la joven desistiera de su fe. Estaba enamorada de Cristo y eso le hacía perseverar y no ceder ante el temor de la tortura. Al no lograr convencerla, el gobernador la envió a una casa de prostitución, donde acudieron muchos jóvenes pero que no se atrevieron a acercársele, pues se llenaron de terror y espanto al ser observados por la santa. Ningún hombre pudo profanar ese cuerpo virgen, templo del Señor. El gobernador enfurecido la condenó a ser decapitada. La apresó y la amenazó con las llamas. Pero todo en vano. Finalmente resuelve condenarla a muerte degollada.
En el momento de morir le dice al gobernador, que aún la intentaba persuadir de que renegara de su fe y fidelidad a Jesús a cambio de perdonarle la vida: "La esposa injuria a su esposo si acepta el amor de otros pretendientes. Únicamente será mi esposo el que primero me eligió, Jesucristo. ¿Por qué tardas tanto verdugo? Perezca este cuerpo que no quiero sea de ojos que no deseo complacer". No quedó lugar sin herida en aquel cuerpo tan pequeño.
Llegado el momento del martirio, reza y espera sin temor la llegada de su propia muerte.
Sus restos fueron enterrados en la Vía Nomentana, en las llamadas catacumbas de Santa Inés. Aún hoy, el 21 de enero de cada año, se bendicen en este lugar dos corderillos con cuya lana se teje el Pallium del Papa y de los Arzobispos.
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