El Señor nos muestra a María Santísima, la elegida de Dios Padre, para que sea Madre de su Hijo, que nace hombre para darnos la filiación divina. La Madre del Redentor, camina con nosotros y nos guía, con ternura materna, hacia el futuro. Así, ayuda a la humanidad a cruzar todos los umbrales de los años, de los siglos y de los milenios, sosteniendo su esperanza en aquel que es el Señor de la historia. Como ella, sepamos estar atentos a lo que el Señor quiere decirnos, para poder descubrir en nuestra vida de cada día, la salvación de Dios.
Breves lecturas hoy, por su extensión pero profundísimas por su contenido. Festejamos a María y así en la primera lectura se ofrece, del Libro de los Números, nada menos que la bendición que Dios dictó a Moisés para que los israelitas invocaran al Señor. María es nuestro camino hacia Dios.
En la Segunda Lectura (Gálatas 4, 4-7) el apóstol Pablo nos recuerda que gracias a Jesús podemos llamar “Abba”, Padre, a Dios. Desgraciadamente, estamos muy acostumbrados a llamarle así y no somos conscientes del gran regalo que esto supone: él es nuestro Padre y nosotros somos sus hijos; hijos protegidos y amados.
En el Evangelio (Lucas 2, 16-21) describe a la Madre de Dios, como una mujer sencilla, que conservaba y meditaba en su corazón, las cosas que ocurrían.Los pastores, motivados y animados por el anuncio del ángel, se ponen inmediatamente en camino para ver lo que Dios les ha manifestado. Los pastores están despiertos, vigilan, esperan, permanecen, buscan, caminan, se animan, cantan, agradecen, bendicen y expresan su júbilo; sin duda, una actitud activa de quienes han puesto su confianza en el Señor. El Evangelio presenta a María, como un hermoso modelo, de mujer y madre.
La Madre del Redentor nos precede y continuamente nos confirma en la fe, en la vocación y en la misión. Con su ejemplo de humildad y de disponibilidad a la voluntad de Dios nos ayuda a traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio alegre y sin fronteras.
La Primera Lectura (Números 6, 22-27) nos muestra cómo
los sacerdotes de Israel comenzaban el nuevo año, bendiciendo al pueblo. Bendecir es «decir-bien» a una persona, a un objeto o a un lugar. Dios, al comienzo del nuevo año, “dice bien” a todos. La bendición divina es signo de su amor paternal que nos concede su paz e ilumina su rostro sobre cada uno de nosotros.
El Salmo "El Señor tenga piedad y nos bendiga" es un poema de gran fuerza que expresa el agradecimiento a un Dios que ayuda siempre y que se ocupa de sus criaturas. Es una buena forma para alabar a Dios en este primer día del año.
En la Segunda Lectura (Gálatas 4, 4-7) el apóstol Pablo nos recuerda que gracias a Jesús podemos llamar “Abba”, Padre, a Dios. Desgraciadamente, estamos muy acostumbrados a llamarle así y no somos conscientes del gran regalo que esto supone: él es nuestro Padre y nosotros somos sus hijos; hijos protegidos y amados.
En el Evangelio (Lucas 2, 16-21) describe a la Madre de Dios, como una mujer sencilla, que conservaba y meditaba en su corazón, las cosas que ocurrían.Los pastores, motivados y animados por el anuncio del ángel, se ponen inmediatamente en camino para ver lo que Dios les ha manifestado. Los pastores están despiertos, vigilan, esperan, permanecen, buscan, caminan, se animan, cantan, agradecen, bendicen y expresan su júbilo; sin duda, una actitud activa de quienes han puesto su confianza en el Señor. El Evangelio presenta a María, como un hermoso modelo, de mujer y madre.
Pidamos a María, la Madre de Jesús, que nos ayude a comprender y a vivir cada día la fraternidad que brota del corazón de su Hijo, para llevar paz a todos los hombres en esta querida tierra nuestra.
¡POR TANTAS COSAS, MARÍA!
Porque Jesús, fue nacido de mujer,
Porque Jesús, fue nacido de mujer,
amamos y veneramos el nombre de esa mujer: MARÍA
Porque, María, es espejo de la humanidad redimida
bendecimos y suspiramos, en este Año Nuevo,
a la nueva Eva, a Aquella que nos ha dado tanto: A JESÚS.
Para ser Madre de Dios y Madre nuestra,
no dejó atrás su pobreza ni su sencillez,
su obediencia y su ser maternal.
¡Bendecimos tu docilidad, María!
Porque, María, meditaba las cosas sagradas
en lo más hondo de su corazón,
bendecimos su memoria, su espíritu y su fe,
¡Bendita, Tú, María!
Porque, María, como el sol que amanece
Ilumina los rincones más oscuros de nuestra vida.
Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario