El pasado domingo, celebramos el X Domingo del Tiempo Ordinario.En esta Eucaristía celebramos y vivimos el corazón gigantesco que Dios tiene.
Un corazón misericordioso, y¿qué nos pide Dios a cambio? Que le demos, y ofrezcamos a los demás, lo mismo que Él nos regala: amor, un amor que no juzga, sino que es capaz de ver más allá de las apariencias, buscando lo bueno que cada uno tiene en su interior.En las lecturas que se proclamaron nos invitaron a tener una fe limpia, sólida y –sobre todo- vivida con verdad. La misericordia de Dios es lo que hace grande su corazón.
Nuestro Dios muestra su poder dándonos vida. Su Palabra, su mensaje, sus enviados regalan la vida de Dios con sus acciones. Pablo, nos da testimonio de lo que fue su vida y lo que la resurrección de Cristo hizo en él. Jesús, en su infinito amor, llama a quienes están muertos para darnos una vida nueva. No todo es vida. Cuando Jesús nos toca o nos dejamos tocar por él, entonces recobramos la vida.
¡MI SEÑOR Y MI TODO!
Tú, que eres la resurrección y la vida,
Tú, que viniste a dar la vida y vida en abundancia
Tú, que condenas el pecado, pero amas al pecador,
y lo buscas, lo enamoras, lo atraes hacia Ti,
y te deleitas buscando incansablemente su salvación.
Sácalo de la muerte, consecuencia del pecado,
y dale una vida nueva, a fin de que encuentre
el gozo y la alegría perfecta en Ti.
¡MI SEÑOR Y MI TODO!
A quien nada podemos ocultar.
Tú, no miras la apariencia, sino el corazón de cada uno.
Somos conscientes de que contigo,
hemos resucitado también nosotros,
cuando por el Bautismo, fuimos unidos a Ti.
Y nos has convocado a tu Iglesia,
comunidad de tus seguidores.
¡Gracias mi Señor, por ser la luz que
guía cada uno de nuestros pasos !
AMEN
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