domingo, 3 de enero de 2016

II DOMINGO DESPUÉS DE NAVIDAD. CICLO C


Celebramos hoy, el segundo domingo después de navidad, en un ambiente de gozo y alegría. Nuestra celebración de hoy quiere ser reposada, tranquila y que propicie la interiorización del Evangelio, que nos dice: en Dios estaba la Palabra, que es comunicación y revelación. En esa Palabra había Vida y Luz. Nosotros mismos somos fruto de esa Palabra, que se ha “hecho carne” y ha “acampado entre nosotros”. Un Dios hecho carne, identificado con nuestra debilidad, respirando nuestro aire, comunicando y sufriendo con nuestros problemas. Seguimos buscando a Dios arriba en los cielos, cuando está en la tierra, y seguimos sin acogerlo con fe en nuestro interior. Confesamos con entusiasmo la Encarnación de Dios y olvidamos que Cristo está en medio de nosotros y sólo le podemos encontrar entre las personas, con las personas y en las personas. Sepamos acoger siempre a nuestros hermanos.

Hoy las lecturas tienen un mismo hilo conductor: todo nos lleva a Jesús. En la primera, veremos como la sabiduría, está junto a Dios. En la segunda San Pablo nos presenta un bonito himno en el que nos recuerda que, Dios, nos salva a todos por medio de Jesucristo. Finalmente, en el Evangelio, una vez más nos quedaremos emocionados cuando contemplemos que Dios se revela definitivamente en Jesucristo.

La Primera Lectura (Eclo 24, 1-4. 8-12) habla de la sabiduría que es la ciencia de Dios. Esa sabiduría da testimonio y es la revelación de Dios como creador y salvador; da a conocer su espíritu, su palabra y su providencia. El pueblo de Dios es el que la recibe y obra a imagen de ella. Es, pues, un don que anima, desde siempre, el corazón humano. Somos hijos de Dios y herederos de la gloria de Jesucristo.

En el Salmo (147) "La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros" el verso responsorial del salmo que cantamos procede del prólogo del Evangelio de San Juan, que también escucharemos. Este Salmo era para los judíos de tiempos de Jesús una exaltación de Dios como salvador de los pobres y de los humildes. Es perfectamente válido hoy también para cada uno de nosotros.

En la Segunda Lectura (Ef.1, 3-6. 15-18) el apóstol Pablo nos ofrece una profunda reflexión sobre la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios, y lo presenta como un proyecto concebido por Dios desde los orígenes de la historia. Y es que Dios, por la fuerza de su amor, nos ha predestinado en Cristo a ser sus hijos adoptivos, con todos los derechos que ello supone.

En el Evangelio (Jn  1,1-18)  se nos ofrece la reflexión de Juan, el discípulo amado. El evangelista nos presenta a Jesús como la Palabra definitiva de Dios. Y él siente que es una palabra cercana, que ha acampado entre nosotros, iluminando de este modo nuestra vida. Abrirnos a esta presencia es la gran propuesta y la invitación que se nos hace en el día de hoy.


Viniste al mundo, Señor.
Y, por venir hasta nosotros,
nos sentimos afortunados y dichosos:
¡Nunca nos había ocurrido algo parecido!
¡No te vayas, Señor!
¡Quédate junto a nosotros, Señor!
¡Deja que sigamos adorando tu divinidad!
¡Permite que te dejemos los dones
de nuestra fe, esperanza y caridad! 

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