domingo, 13 de septiembre de 2015

XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B



Celebramos hoy, el XXIVº Domingo del Tiempo Ordinario, el Señor en este día, nos preguntará: “¿Quién soy yo?” Esta pregunta nos la hace a todos a la vez, y también a cada uno de nosotros en la intimidad, quién creemos que es Él y que creemos sobre Él. En la pregunta de Jesús está implícito también si creemos en Él mediante la fe, la esperanza y el amor. Ojalá, que con nuestras obras, palabras, conocimiento y oración, podamos responderle: Tú eres, el hijo de Dios vivo.
Nuestro camino, a veces será duro, pero el Señor, nos dará la fuerza necesaria para seguir en el camino de la fe con valentía.


La liturgia de este domingo, nos invitan a dirigirnos al Señor con una verdad y sinceridad de nuestra vida. Entre otras cosas, con las buenas obras, el testimonio de fe y el conocimiento de Jesús, sabremos si nuestra fe es auténtica o solamente un adorno en nuestra vida.

En la Primera Lectura (Is. 50, 5-10a) Isaías, coloca el mensaje de Dios en una situación de soledad y persecución, pero es admirable ver la gran confianza y disponibilidad del profeta. Él, no hace oídos sordos, no se excusa, no se echa atrás. Él se enfrenta a cara descubierta, confía en su Señor, sabe que es su abogado y que su ayuda llegará oportunamente.
El Salmo (114) "Caminará en presencia del Señor en el país de la vida" muestra la gratitud del salmista a Dios por haberle librado de la muerte. A nosotros, hoy, nos ayuda a dar gracias a Dios, nuestro Padre, porque no nos ha abandonado ni nos abandona en los momentos de peligro.

En la Segunda Lectura (St 2, 14-18)se nos recuerda que la fe del cristiano se manifiesta ante todo en las obras y, en especial, en el servicio a los hermanos más desheredados;  las obras nacen de la vida y son signo de una opción seria por Cristo; ya que la acción y la contemplación no pueden separarse.

El Evangelio (Mc 8, 27-35) se enmarca en los inicios del viaje de Jesús a Jerusalén. Aquí se plantea la pregunta por la identidad de Jesús. Pedro proclama su fe, y, a continuación, es increpado por su Maestro porque piensa como los hombres y no según los proyectos de Dios. Jesús es el Siervo del Señor que tiene que padecer, como ya lo anunciara el profeta Isaías.



Tú eres el hijo de Dios,
y nosotros hermanos en la fe.
Caminando por tus senderos,
escuchando tus Palabras,
viviendo en el Espíritu Santo.
Tú eres el Mesías,
el que nos salva cuando nos perdemos,
el que nos levanta cuando caemos,
el que nos fortalece cuando nos debilitamos.
Tú eres el hijo de Dios,
el que envía el Padre para que le veamos,
el que envía el Padre para que le amemos,
el que envía el Padre para que le adoremos,
el que envía el Padre para que te sigamos.
Tú eres el Mesías.

Amén

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