domingo, 2 de febrero de 2014

PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO. IVº DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

Celebramos en este IVº Domingo del Tiempo Ordinario, la Presentación del Señor. Hoy recordamos el momento en que Jesús fue presentado en el templo por María y José no sólo para cumplir con la ley, sino sobre todo para encontrarse con el pueblo que lo esperaba. Impulsados por el Espíritu Santo, llegaron al templo aquellos dos ancianos: Simeón y Ana. Y cuando vieron al Niño Jesús, reconocieron en Él al Salvador venido de parte de Dios para ser Luz de todas las naciones. También nosotros hemos llegado hoy a la Casa de Dios para encontrarnos con Cristo: Luz de nuestras vidas.

La liturgia de este día, nos habla de cómo el Señor viene hasta nosotros y cómo viene como uno de nosotros: en humanidad. Igualmente, el evangelio, nos recuerda que la Sagrada Familia presenta a Jesús y la forma en la qué es reconocido como el esperado de todos los pueblos.

En la Primera Lectura (Mal 3, 1-4 ) el profeta Malaquías anuncia que Dios enviará a un Mesías para la salvación del pueblo. Cuando llegue, irá al Templo y demandará una ofrenda agradable a los ojos de Dios, una ofrenda que corresponda con la voluntad de que Dios lo que quiere es el bien para toda la humanidad. 

El Salmo "El Señor Dios de los ejércitos, es el Rey de la Gloria" nos muestra que el Salvador anunciado por Dios ya se encuentra en nuestras vidas como la luz que nos da la verdadera salvación.

La Segunda Lectura 
(Heb 2, 14-18) manifiesta la explicación de que Jesús compartió con nosotros la condición mortal para conocer en primera persona nuestras alegrías y nuestras penas. El Señor vino como uno de nosotros. El Rey de la Gloria quiso compartir nuestra humanidad, nuestra debilidad y nuestro sufrimiento convirtiéndose así en nuestro verdadero sacerdote. Por su ejemplo, nosotros, sus discípulos debemos también solidarizarnos con todos aquellos que necesitan ayuda y compasión en sus dolores y padecimientos. 

En el 
Evangelio (Lc 2, 22-40) los padres de Jesús van al Templo de Jerusalén para la purificación ritual, para la presentación del niño Jesús como estaba escrito en la Ley de Dios. Esta entrada de Jesús en el templo de Jerusalén no será la única. Según el evangelista Lucas, toda su vida está bajo la clave de la subida a Jerusalén, donde culminará el misterio de su Muerte y Resurrección, anunciado en las palabras de Simeón a María. María, portadora de Cristo, Luz del mundo y solidaria de su destino en todo momento, es un modelo relevante de una Iglesia que quiere salir al encuentro de su Señor.

La fe, como en la de María, también nos descubrirá momentos de incertidumbre. Horas e instantes en las que, el sufrimiento y la prueba, cribarán la verdad o la falsedad, la fortaleza o la debilidad del tronco de nuestras creencias.

Que el Señor, hoy presentado en el templo, nos ayude a ser luz ante el mundo pero sin olvidar que, esa luz, es Cristo. En Él, con Él y para Él también nosotros fuimos un día presentados en el templo de brazos de nuestros padres.


Eres luz, Señor, de todos los pueblos.
De los que te buscan sinceramente, de los que no quieren vivir 
en oscuridad, 
de los que te buscan para amarte.
Eres luz, Señor, de todos los pueblos.
El esperado y el que viene hasta nosotros, el que nos salva 
y nos da su Cuerpo y su Sangre.
El que nos cura y sana nuestras heridas, 
el que pone luz cuando estamos perdidos.
Eres luz, Señor, de todos los pueblos.
El que viene silenciosamente a nuestro encuentro, 
el que nos habla con palabras de amor.
El que nos enseña el camino del cielo.
Eres luz, Señor, de todos los pueblos.
Amén

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