El Señor del universo nos hace fijar hoy nuestra mirada en Jesucristo, no como rey temporal, sino como Rey espiritual, Rey de vida, que viene a reinar por el amor en el corazón de cada hombre, de cada familia y de toda la sociedad. Y Él nos llama a todos sus seguidores, no sólo a vivir el amor, sino a ser constructores de la civilización del amor, para que en nuestro mundo reine verdaderamente la justicia, la caridad y la solidaridad.
En la Primera Lectura (Dn. 7,13-14) el profeta Daniel en una grandiosa visión, nos describe la aparición del Hijo del Hombre en su gloria y rodeado de majestad y poder.Él instaura en el universo un Reino de justicia y de paz.Es un sueño de futuro y con ello está apuntando hacia una presencia definitiva y salvadora que se dará en Jesucristo
En la Segunda Lectura (Ap. 1,5-8) se muestra la certeza de la victoria de Cristo, y su manifestación definitiva es fundamento firme de la esperanza cristiana. Él nos ha liberado de toda esclavitud y pecado y nos ha hecho sacerdotes del mismo Dios, esto es, ofrenda agradable ante Dios Padre.
Hermanos pidamos al Señor que el haber celebrado con gozo la fiesta de Cristo Rey, nos haga volver a nuestra vida cotidiana para demostrar que Él reina en nuestros corazones. Que su Espíritu nos ayude a ser capaces de transformar la sociedad, para que ésta sea cada día más justa y solidaria con todas las personas, especialmente con los más pobres.
El Salmo (92) “El Señor reina, vestido de majestad”era considerado por los judíos como una forma de la Ley revelada por la cual Dios reina para salvar y santificar a los hombres. En el Templo de Jerusalén se cantaba como expresión de esa grandeza misericordiosa. La liturgia de la Iglesia aplica este salmo a Jesús como Rey de todo y como Salvador.
En el Evangelio (Jn 18,33b-37) Jesús nos dice muy claramente, que Él es el Mesías del Reino universal y eterno de Dios. Su reino se identifica en todo y por todo con la causa de su Padre. Su reino se fundamenta en la verdad. Jesús es el rey que sirve, el que se da sin reservas y el que libera siempre a cuantos le acogen en sus vidas.
Gracias, Señor, por ser nuestro Rey.
Gracias, Señor, porque tu reino es la justicia.
Gracias, Señor, porque tu reino es el servicio.
Gracias, Señor, porque tus armas son el perdón.
Gracias, Señor, porque tus armas son el amor.
Gracias, Señor, porque tus armas son la misericordia.
Gracias, Señor, porque tu castillo es el corazón del hombre.
Gracias, Señor, porque tu corona no es de oro.
Gracias, Señor, porque tus vestidos no son de seda.
Gracias, Señor, porque tus pies van descalzos.
Gracias, Señor, porque tu trono es una cruz.
Gracias, Señor, porque nos esperas al final de los tiempos.
Gracias, Señor, porque Tú eres el centro de nuestra vida.
Gracias, Señor, por ser nuestro Rey
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