Celebramos hoy, el XXVIº del Tiempo Ordinario. El mensaje de Jesús es algunas veces duro y exigente, porque a veces endurecemos nuestro corazón y hacemos oídos sordos a la escucha de la palabra del Señor.Hoy se nos llama a examinar nuestra actitud sobre los bienes materiales. Si el cristiano no comparte sus bienes con los necesitados, no es auténtico cristiano, de ahí la parábola del rico y el pobre Lázaro. No podemos anteponer nuestros bienes a Dios, que es el que guía nuestras vidas, y el que permanecerá para siempre. Debemos estar prestos a la conversión, debemos estar dispuestos a cambiar, a dejarnos transformar por él.
En la Primera Lectura (Am 6,1a.4-7), el profeta Amós denuncia la vida de aquellos que se han enriquecido de un modo injusto, a costa de la miseria y el abandono de los demás. Se describe el lujo en que se han instalado y que hace que vivan cerrados a los necesitados. Quien vive de espaldas a Dios, puede llegar a olvidar a todos los que le rodean. A ellos se les dirige una condena, pues Dios siempre mira el dolor de los suyos, de los que más sufren.
El Salmo de hoy Alaba, alma mía, al Señor muestra la fidelidad del Señor para con nosotros, que nos cuida y guía en nuestra vida, además de su misericordia infinita por cada uno de nosotros.
En la Segunda Lectura (1Tim 6,11-16)San Pablo continúa con la formación, a distancia, de uno de sus discípulos más queridos. Hoy le pide perseverancia hasta el momento que haya de presentarse hasta el Señor.San Pablo expone,las virtudes que debe poseer el servidor ideal.Se nos invita a practicar la justicia, ejercer la piedad y la fe, vivir desde el amor, la paciencia y la delicadeza, combatiendo de esa manera el “buen combate de la fe” del que nos habla en esta lectura. Uniéndonos por la fe a Jesucristo introduciremos un universo de justicia y de amor: amar a Jesucristo conlleva amar a las personas, a nuestro prójimo.
El Evangelio de Lucas (Lc 16,19-31) nos narra hoy la parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro.Es una enseñanza clara en torno a que los abusos de los bienes materiales,llevan a tiranizar al hombre.Los ricos parecen incapaces de recibir los bienes del Reino, porque están apegados a las cosas materiales. Los pobres, muchas veces, aparecen más abiertos a Dios, porque escuchan su palabra y esperan la ayuda divina. La riqueza bien empleada es buena. Pero cuando nos centramos sólo en ella, puede llevarnos a un olvido de Dios.
Nosotros como cristianos no debemos anteponer jamás nuestros bienes a Dios, sino al contrario, amar a Dios sobre todas las cosas. Debemos sembrar en la nueva generación la semilla de la fe, que recibimos en nuestro bautismo,transmitiendo la Buena Noticia del Evangelio y siguiendo sus enseñanzas.
Si me intereso sólo por las cosas,
que no me olvide de Ti, Señor.
Si me olvido de los demás, ablanda mi corazón, Señor.
Si no miro al cielo, háblame para que levante mis ojos.
Si doy la espalda a la tierra, grítame
desde el rostro de las personas.
Si sólo confío en el dinero recuérdame
que en el cielo no sirve de nada.
Si doy migajas de mi fortuna
dame una mano más generosa.
Amén.
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