domingo, 12 de julio de 2015

XVº DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B


Celebrando hoy el XVº Domingo del Tiempo Ordinario, la liturgia de este día nos invita a celebrar con gozo el sentirnos elegidos por Dios. Sí, nuestro Dios lleno de amor por cada uno de nosotros, ha querido elegirnos uno a uno; su deseo es que seamos los depositarios de su herencia, de su Amor de Padre. Él nos creó a imagen y semejanza suya, y espera que también nuestra vida sea como la suya.

Todos somos necesarios para la obra que Dios quiere llevar adelante. Ser profeta, entre otras cosas, es llevar a cabo el anuncio de la muerte y de la resurrección de Cristo. Para ello contamos con el auxilio de Dios que, en Cristo, nos ha bendecido con su amor, con su santidad, con su fuerza y con su perdón.

En la Primera Lectura (Am.7, 12-15 ) Dios escoge a Amós para la misión de comunicar su palabra de vida a Israel y el profeta responde con humildad y generosidad a la llamada. Ejerce su misión de profeta con energía y supera con valentía las dificultades y la oposición que encuentra. Sólo tiene en su favor el mandato y la fuerza del Señor. 

El Salmo (84) "Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación" formaba parte de los que eran considerados como oraciones personales, íntimas. Y eran un tanto diferentes de los que se utilizaban para la oración en común, para la liturgia. El salmista expresa su ternura y confianza en Dios. Hagamos, hoy, nosotros lo mismo.

En la Segunda Lectura (Ef. 1, 3-14) el apóstol Pablo describe admirablemente el plan de salvación que Dios tiene sobre cada uno de nosotros. Dios nos ha elegido, no por nuestros propios méritos, sino por los de su Hijo Jesucristo, a ser santos e irreprochables ante Él por el amor. Y ésta es la nueva condición a la que se nos llama.

El Evangelio  (Mc 6,7-13) nos habla del envío, del encargo para cumplir una misión. No podemos guardarnos el mensaje y quedarnos parados. Tenemos que ser signo de la presencia de Dios en el mundo. Él nos dará su gracia para que esto se haga realidad en cada uno de nosotros.


Ilumíname, Señor, con tus brazos.
Para que, con ellos, mantenga alzada la luz de la fe,
ayude a quien necesite una palabra o un amigo.
Levante al que, la vida, lo ha dejado arrastrado,
ame a los que, incluso, rechazan mi misión.
En Ti confío, Señor, no quede defraudado
envíame y, que seas Tú Señor, 
el centro de lo que digo, siento, predico y hago

Amén

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