lunes, 8 de julio de 2013

XIVº DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


Durante todo el año, la Iglesia nos anima a vivir generosamente nuestra vida cristiana. Hoy celebramos el XIVº Domingo del Tiempo Ordinario y las lecturas que escuchamos anuncian la misión de la Iglesia. Todos somos enviados, Cristo enviado por el Padre, luego los apóstoles y ahora nosotros estamos para continuar la misión salvadora y difundir la paz y la auténtica alegría en el mundo entero. Siempre hay dificultades para la instauración del Reino de Dios, pero contamos con que la ternura amorosa de Dios es más fuerte que las fuerzas del mal.

Hoy, las lecturas que vamos a escuchar, este encuentro eucarístico que vamos a tener, nos empuja a valorar nuestra misión como cristianos: hemos de ser como aquellos discípulos, debemos testimoniar con nuestra vida y nuestras obras las enseñanzas de Jesús, llevando la Palabra de Dios, Palabra Viva a todos aquellos  con los que nos topamos por el camino en nuestro día a día y aún no le conocen, confiando plenamente en Él, sin miedo a la persecución, porque aunque el camino sea duro,el amor de Dios nos fortalece y nos da paz y alegría para 
seguir adelante.

En la primera lectura Isaías compara a Jerusalén con una madre fecunda. La ciudad ha sufrido mucho, pero Dios la colmara de alegría 
y la hará florecer.
En el salmo, alabamos la grandeza del Señor recitando: Aclama al Señor, tierra entera
En la segunda lectura, San Pablo nos invita reconocer a Cristo como nuestra norma de vida. Nos recuerda que solo por la Cruz, y con Cristo, llegaremos a la resurrección con Él. Animados por la gracia de Dios, por el Espíritu Santo, soportaremos las persecuciones y las dificultades, y nos sentiremos hombres y mujeres nuevos.

En el Evangelio de hoy, Jesús envía a sus discípulos para que testimonien y proclamen el nacimiento de un mundo nuevo, la venida del Reino de Dios, donde será destruido el mal y vendrá la paz. Por otro lado, nos recuerda cómo Jesús confía en nosotros para su misión y, además, nos promete su presencia y su recompensa en el final de los tiempos.

El Señor nos envía con la fuerza de la Eucaristía y nos confía la misión de dar testimonio de su amor y misericordia al mundo. A nosotros corresponde el trabajo y la dedicación para que se cumpla en el mundo el plan de Dios Padre. Somos enviados como Él fue enviado; vivamos como Él vivió.



Aquí estamos Señor para ser reflejo 
de tu amor incondicional y de tu paz .
Llevando al mundo esperanza, alegría
e ilusiones a los hombres que no la tienen
Aportando coraje donde exista debilidad
y caridad,donde surja la pobreza
Tu Reino, donde reine la injusticia
y tu vida, donde no te conozcan.
Aquí estamos, Señor.

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