Desde el antiguo testamento vemos la prefiguración de la Eucaristía con el maná; San Pablo nos recuerda la importancia de vivir en comunión con Cristo y nuestros hermanos al compartir el pan, que es garantía de resurrección y vida eterna.
En el libro del Deuteronomio 8, 2-3. 14b-16a, escuchamos cuando el pueblo de Israel fue alimentado por Dios con el maná, anticipando el pan eucarístico que nos da vida.
En la carta a los corintios (1 Co 10, 16-17), Pablo quiere que entendamos que aun siendo muchos, cuando comulgamos el Cuerpo de Cristo, formamos un cuerpo unido, y así, logramos la unión real con Él y en Él.
En el Evangelio de San Juan (Jn 6, 51-58) Jesús se nos manifiesta como verdadero y único Pan que da la vida.
La presencia del Cuerpo y la Sangre de Cristo en nuestro corazón, hace posible vivir en comunión con él.
Cristo nos prometió su presencia y nos la dejó en la Eucaristía, para que nosotros, ahora, la acojamos como un auténtico gesto de amor en nuestra vida. Y desde ahí, se nos invita a ser testigos de Jesús, a anunciar la vida nueva de Dios, que hace que las personas podamos ser pan compartido y presencia real del Amor del Padre manifestado en Jesús.
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