lunes, 20 de mayo de 2013

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS



Finalizamos hoy la gran celebración de la Pascua, con la Solemnidad de Pentecostés. Con esta fiesta culminamos un emocionante período de gozo y esperanza. Nos hemos reunido como los primeros discípulos y sentimos la presencia del Resucitado en medio de nosotros. Ese mismo Jesús, nos envía el Espíritu Santo a todos, a cada uno de nosotros. El Espíritu Santo es el mayor regalo que el Padre ha hecho a los hombres por medio de Cristo. Esto nos compromete a vivir nuestra fe, a mantener la esperanza, a ser fuertes en la dificultad. Conmemoramos así, el comienzo de la vida de la Iglesia, que nace y crece bajo la acción del Espíritu Santo.

En este gran día de Pentecostés,celebramos el comienzo y el significado verdadero de la Iglesia. Se cumple la promesa de Jesús, llega el Espíritu Santo, el mismo Cristo Resucitado sopla su Espíritu sobre nosotros, asiste, dirige, anima y nos guía en nuestro caminar.
Culmina así la Pascua y se inicia de esta forma,la misión de la Iglesia,que somos todos y cada uno de nosotros: anunciar al mundo el amor de Dios, hecho hombre en Jesucristo.
La vida de la Iglesia es animada por el Espíritu que la configura como Cuerpo de Cristo, en armonía y capacidad de acogida, en libertad y unidad. Los cristianos, debemos sentirnos enviados para esta misión: evangelizar por todas partes, poniendo en práctica los dones que el Espíritu Santo ha derramado sobre nosotros; es el que nos da vida y fuerza para continuar la misión de Cristo.
Las claves de lo que es Pentecostés las encontramos en el Evangelio de Juan: Igual que Jesús penetra en el Cenáculo en medio de personas aterradas por el miedo, así aparece hoy Jesús en nuestro corazón. Vamos a dejarle entrar; Él nos trae el amor, la paz, la fortaleza, la luz, la compañía... Y nos ofrece para siempre el Espíritu.
Cada Eucaristía es un Pentecostés en donde viene el Espíritu Santo a fortalecernos y encaminarnos hacia la verdad plena que es Cristo.



¡Gracias, Señor!
Ayúdanos a descubrir este inmenso regalo,
tu Espíritu Santo que transforma nuestro corazón quebrantado; que no nos quedemos en el envoltorio
que vayamos más al fondo hacia aquel lugar donde, 
el Espíritu, habla cuando se le escucha
nos protege, cuando nos ponemos bajo sus alas
nos fortalece, si nos encontramos débiles
nos levanta y nos sostiene, si desfallecemos
nos anima, cuando la tristeza asoma
en las ventanas de nuestra existencia.
¡Gracias, Señor!
Que este mismo Espíritu, nos reúna a todos en el amor,
que nos comunique abundantemente todos sus Dones,
para riqueza de nuestra Comunidad Parroquial,
y nos de la fuerza necesaria, para dar testimonio de Ti.

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