domingo, 30 de marzo de 2014

IVº DOMINGO DE CUARESMA. CICLO A

Celebramos hoy el IVº Domingo de Cuaresma, siguiendo así el camino cuaresmal hacia la Pascua. En la liturgia de hoy se nos presenta un nuevo símbolo bautismal, por medio del relato evangélico de la curación del ciego de nacimiento: la LUZ. Nosotros, también de alguna manera, somos ciegos. Pasamos los unos junto a los otros y no nos vemos, no nos interesamos por el otro, por los otros; pasamos de largo; no queremos complicarnos la vida ni que nos la compliquen. Miramos a las cosas y se nos escapa su sentido y misterio. Y el problema no es de nuestros ojos, sino del corazón, que lo tenemos cerrado, encogido, sin vida, arrugado y envuelto en las tinieblas. Hoy, hermanos, Jesús nos dice: “Yo soy la luz del mundo”. Él viene hasta nosotros para darnos un corazón nuevo, lleno de vida, y una mirada nueva para ver desde Él. Que nosotros, camino hacia la Pascua, pidamos a Jesús que nos abra los ojos a la fe, a su presencia y, sobre todo, que nos cure de las cataratas que nos impiden caminar con Él y verle en medio de nosotros.

Las lecturas de hoy nos hablan de un Dios que nos quiere tal y como somos. Pero, para ello, es necesario descubrir que sólo ÉL es la luz y la salvación. Que el Evangelio de hoy, además, nos ayude a ponernos delante del Señor y a descubrir aquellas enfermedades que no nos dejan verle, amarle, confesarle o defenderle.

En la Primera Lectura (1 Sam. 16,1b. 6-7. 10-13a) nos narra como David es ungido Rey de Israel por Samuel. Es una búsqueda minuciosa. Es la búsqueda del bien. El profeta mira las apariencias, pero Dios conoce el corazón de los hombres. La elección y la unción no se realizan por criterios e intereses humanos o por apariencia, sino por la voluntad divina.

El Salmo (22) "El Señor es mi pastor, nada me falta" muestra la confianza plena con la que nosotros los cristianos debemos confiar en la fuerza de Dios y en su ternura, ya que él es nuestro pastor, que nos guía e ilumina por el sendero de la vida.

En la Segunda Lectura (Ef. 5, 8-14) San Pablo también invoca la luz de Cristo y nos pide que caminemos como hijos de la Luz. La Luz nos lleva a la fe, da vida y hace que nuestras obras estén envueltas en su resplandor. Caminar en la luz significa vivir en bondad, justicia, verdad, tolerancia, apertura. Para el apóstol es preciso ser luz y caminar siempre por la senda de la verdad.

El Evangelio de hoy (Jn 9, 1-41) nos narra con todo detalle, la persecución religiosa que sufre un ciego a quien Jesús de devuelve la vista. Los fariseos quieren que el ciego, que ya ve, acuse a Jesús de pecador. Y el ciego se convierte en juez contra sus acusadores. Ya, como un libre de pecado y enfermedad, el hombre que ha recuperado la vista reconocerá a Jesús como Mesías, como Señor de la luz y de la libertad.

En este IVº Domingo de Cuaresma, domingo de la alegría y de la luz, Jesús nos marca un camino luminoso basado en el amor a Dios sobre todas las cosas para que ese amor se refleje en nuestros hermanos. Ellos necesitan de nosotros.¡DICHOSOS los que se dejan ILUMINAR por CRISTO!

Quiero ver, Señor, para sentirte cerca y nunca abandonarte.
Quiero ver, Señor, porque me pierdo y camino confundido. 
Quiero ver, Señor, para verte y nunca perderte.
Quiero ver, Señor, porque, sin Ti, no soy tan feliz como creo ser. 
Quiero ver, Señor, para vivir alegre y abierto a los demás. 
Quiero ver, Señor, y agradecer lo mucho que haces por mí. 
Quiero ver, Señor, y defenderte cuando algunos te ignoren. 
Quiero ver, Señor, y no tropezarme cuando surjan dificultades. 
Quiero ver, Señor, para que nadie me confunda con falsas luces. 
Quiero ver, Señor, para que nada me aleje de tu amistad. 
QUIERO VER, SEÑOR
Amén.

viernes, 28 de marzo de 2014

TEXTO PARA REFLEXIONAR EN ESTA CUARTA SEMANA DE CUARESMA.

Discurso del papa Francisco a los obispos argentinos en el aniversario del documento de Aparecida.


Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma en la atmósfera viciada de su encierro. Es verdad también que a una Iglesia que sale le puede pasar lo que a cualquier persona que sale a la calle: tener un accidente. Ante esta alternativa, les quiero decir francamente que prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma. La enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autorreferencial; mirarse a sí misma, estar encorvada sobre sí misma como aquella mujer del Evangelio. Es una especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado, y luego nos impide experimentar la dulce y confortadora alegría de evangelizar.

CUARTA SEMANA DE CUARESMA, CHARLAS CUARESMALES.

La alegría del Evangelio: la «salida» misionera 
como paradigma de la Iglesia.


1. La situación actual

Muy recientemente, la celebración del Año de la Fe, a la que invitó a toda la Iglesia el Papa Benedicto XVI, dentro del impulso a la Nueva Evangelización, ha hecho que broten en todo el mundo, sobre todo en los países de «vieja cristiandad», numerosas experiencias de evangelización hacia los alejados. Se trata de acciones que tienen como finalidad proponer la experiencia cristiana a quienes viven ajenos a esta dimensión trascendente y espiritual de la propia existencia. Los ejemplos son muchos: los grupos «Kerigma de evangelización en la calle» de la diócesis de Alcalá; los grupos «Centinelas de la mañana», nacidos en Italia; los «Cafés teológicos», también surgidos en Italia; la acción «FOCUS», de pastoral universitaria en EE.UU.; la Renovación carismática Católica; los Neocatecumenales; las Células parroquiales de evangelización en Francia…
Puede decirse que, en líneas generales, va naciendo y creciendo en la Iglesia una conciencia de que «existimos para evangelizar» y de que una Iglesia que no evangeliza está condenada a la extinción. Pero es necesario ampliar esta conciencia para que llegue a todos los bautizados, sobre todo a quienes ya son practicantes y se sienten miembros vivos de las comunidades eclesiales.

¿De dónde brota esta inquietud de evangelización? Es una acción del Espíritu Santo en el corazón del cristiano que llega a exclamar como san Pablo «¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!» (1 Cor 9,16), y de la fidelidad al mandato del Señor que se prolonga a lo largo de la historia «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado» (Mt 28,19-20).

2. Tres ámbitos hacia los que se dirige la nueva evangelización.

En su Exhortación, el Papa, siguiendo al Sínodo de 2012, plantea que se consideren tres ámbitos de la evangelización: En primer lugar, mencionemos el ámbito de la pastoral ordinaria, «animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna.» También se incluyen en este ámbito los fieles que conservan una fe católica intensa y sincera, expresándola de diversas maneras, aunque no participen frecuentemente del culto. Esta pastoral se orienta al crecimiento de los creyentes, de manera que respondan cada vez mejor y con toda su vida al amor de Dios. En segundo lugar, recordemos el ámbito de «las personas bautizadas que no viven las exigencias del Bautismo», no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia y ya no experimentan el consuelo de la fe. La Iglesia, como madre siempre atenta, se empeña para que vivan una conversión que les devuelva la alegría de la fe y el deseo de comprometerse con el Evangelio. Finalmente, remarquemos que la evangelización está esencialmente conectada con la proclamación del Evangelio a quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado. Muchos de ellos buscan a Dios secretamente, movidos por la nostalgia de su rostro, aun en países de antigua tradición cristiana. Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por proselitismo sino «por atracción» (EG 14).

¿Cómo despertar a esa alma misionera? Es interpelante el testimonio de Teresa de Lisieux: «Un día, mientras pensaba qué podía hacer para salvar almas, unas palabras del Evangelio me llenaron de luz. Una vez, Jesús decía a sus discípulos, mostrándoles los campos de mieses maduras: "Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya blancos para la siega"». Y un poco más tarde: "La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores". ¡Qué gran misterio...! ¿No es Jesús poderoso? ¿No son las criaturas de quien las ha hecho? Entonces ¿por qué dice Jesús: "Rogad al Señor de la mies que envíe trabajadores"? ¿Por qué? ¡Ah!, es que Jesús siente por nosotros un amor tan incomprensible, que quiere que tengamos parte con él en la salvación de las almas. Él no quiere hacer nada sin nosotras. El creador del universo espera la oración de una pobre alma para salvar a las demás almas, rescatadas como ella al precio de toda su sangre. Nuestra vocación no consiste en ir a segar en los campos de mieses maduras. Jesús no nos dice: "Bajad los ojos, mirad los campos e id a segar". Nuestra misión es más sublime todavía. He aquí las palabras de nuestro Jesús: "Levantad los ojos y mirad". Mirad cómo en el cielo hay sitios vacíos, a vosotras os toca llenarlos, vosotras sois mis Moisés orando en la montaña, pedidme trabajadores y yo los enviaré, ¡no espero más que una oración, un suspiro de vuestro corazón... (Cartas 135).

3. La «salida misionera», paradigma de toda obra de la Iglesia.

Para el Papa Francisco, el asumir esta afirmación va hacer cambiar la forma de entender y vivir nuestra pertenencia a la Iglesia. En nuestra situación actual, el anuncio de la Buena Noticia es necesario en los tres ámbitos que se acaban de mencionar. Hay una carencia de evangelización (es decir, de vivir la experiencia de recibir y de hacer propia la Buena Noticia) incluso entre los cristianos practicantes. Ya el Papa Pablo VI hablaba de que la Iglesia necesita «evangelizarse a sí misma» (EN 15) y esa necesidad sigue siendo tan urgente o más que entonces. Pero para esta evangelización es necesario que los cristianos sean en verdad «discípulos misioneros». Y si no lo son, el ayudarles a serlo es la tarea prioritaria. Afirma el Papa: “Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una «simple administración». Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un «estado permanente de misión» (EG 25). “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce
adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación.
La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad.” (EG 27).
En la evangelización hay que estar dispuesto a todo, pero nunca perder la alegría, como nos dice la primera carta de Pedro: «Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo. Si os ultrajan por el nombre de Cristo, dichosos vosotros, porque el Espíritu de la gloria, el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros.» 
(1 Pe 4,13-14).

La alegría del anuncio del Evangelio es una alegría que brota del corazón del Resucitado: «Por su misma esencia, la alegría cristiana es participación en la alegría insondable, a la vez divina y humana, que está en el corazón de Jesucristo glorificado» (Pablo VI, Gaudete in Domino, Roma 1975, II, 3).

4.Ir al corazón del Evangelio
“Cuando se asume un objetivo pastoral y un estilo misionero, que realmente llegue a todos sin excepciones ni exclusiones, el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario. La propuesta se simplifica, sin perder por ello profundidad y verdad, y así se vuelve más contundente y radiante” (EG 35). “En este núcleo fundamental lo que resplandece es la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado” (EG 36). “El Evangelio invita ante todo a responder al Dios amante que nos salva, reconociéndolo en los demás y saliendo de nosotros mismos para buscar el bien de todos. ¡Esa invitación en ninguna circunstancia se debe ensombrecer! Todas las virtudes están al servicio de esta respuesta de amor. Si esa invitación no brilla con fuerza y atractivo, el edificio moral de la Iglesia corre el riesgo de convertirse en un castillo de naipes, y allí está nuestro peor peligro. Porque no será propiamente el Evangelio lo que se anuncie, sino algunos acentos doctrinales o morales que proceden de determinadas opciones ideológicas. El mensaje correrá el riesgo de perder su frescura y dejará de tener «olor a Evangelio».(EG 39).  
Para que brote ese amor en el evangelizador, lo primero es dejarse amar por Él, como nos dice Isabel de la Trinidad, un testigo resplandeciente de la alegría de estar arraigados en el amor: «Él está en mí. Yo estoy en Él. No tengo más que amarlo, que dejarme amar, todo el tiempo, en todas las cosas. Despertarse en el amor, moverse en el amor, dormirse en el amor, con el alma en su alma, el corazón en su corazón, los ojos en sus ojos, a fin de que, por el contacto con Él, Él me purifique y me liebre de mi miseria» (Carta 177).

5. Una forma de actuar nueva para nosotros
En una Iglesia «de cristiandad», el estilo misionero, de «salida», tenía poca cabida. Hoy, en un modelo de Iglesia misionera, y partiendo de los principios que acabamos de ver, es posible pensar en un estilo de evangelización que sea propositivo, testimonial, comunitario, alegre, y que sea, al mismo tiempo, realista, partiendo de las condiciones de vida de los destinatarios, y respetuoso de su libertad y de sus ritmos de comprensión, de acogida y de posible respuesta. La actitud de diálogo es esencial en todo este proceso. Así fue siempre la actitud de Jesús. La fórmula más directa e inmediata es el diálogo «de persona a persona». Pero ningún evangelizador debe sentirse solo. Cada comunidad debe buscar el modo de acompañar a quienes asumen esta responsabilidad. Esto llevará necesariamente a un cambio en el estilo de la formación de los presbíteros y de los laicos: más reflexión y revisión a la luz de la Palabra leída, meditada y orada en común y menos estilo magisterial o escolástico. Se hace necesaria una «conversión pastoral» que haga frente a las graves tentaciones que la actual situación de nuestra cultura nos presenta. 

Bellas son las palabras de Raniero Cantalamessa para terminar estas charlas cuaresmales: «¿No es "algo nuevo y secreto" este soplo poderoso del Espíritu que reanima al pueblo de Dios y suscita en medio de él carismas de todo género, ordinarios y extraordinarios? ¿Este amor por la palabra de Dios y este incipiente reflorecimiento de la lectura espiritual de la Biblia? ¿Esta participación activa de los laicos en la vida de la Iglesia, en la liturgia y en la evangelización mediante variados ministerios? ¿Y este compromiso por recomponer la unidad rota del Cuerpo de Cristo que es el ecumenismo? Pero, sobre todo, ¿no es algo "nuevo y secreto" que "Dios reina" ¿O no es capaz esto, para quien sabe vislumbrarlo, de hacer, también hoy, "exultar a la tierra, alegrarse a las islas todas", "clamar al mundo y a sus habitantes", por lo general, es más propenso a mirar al pasado que al presente, a caminar mirando hacia atrás y, eso, por boca del mismo profeta, nos dice: "¡No recordéis más las cosas pasadas, no penséis más en las cosas antiguas! Mirad, algo nuevo: ya está germinando, ¿no os dais cuenta?"» (Is 43,18s). Ahora bien, esto no implica que nos olvidemos del pasado, haciéndonos ingratos, sino que sepamos vislumbrar que Dios también actúa en el presente; "Mi Padre trabaja también ahora", dice Jesús, "y también yo trabajo siempre" (Jn 5,17) (Esulta figlia di Sion, Àcora, Milano 1986, 38).

domingo, 23 de marzo de 2014

IIIº DOMINGO DE CUARESMA. CICLO A

Este tiempo de Cuaresma es una llamada incesante a la conversión para todos nosotros. Debemos tomarnos en serio, esta llamada. El Señor nos ofrece el perdón y la misericordia, pero al mismo tiempo nos pide que con la ayuda de la gracia cambiemos decididamente nuestra vida. Hoy, Jesús, en su conversación con la mujer Samaritana, le ofrece un agua de eternidad que calmará siempre la sed. Es verdad que nuestra insatisfacción cotidiana, nuestra sed de poder y riquezas, de consumismo y egoísmos, sólo puede calmarse con esa agua que da Jesús y que viene directamente del manantial de la vida eterna. Ahora, ya en esa aludida mitad de la cuaresma, debemos recapacitar sobre nuestras insatisfacciones y carencias, y como la Samaritana aceptar el agua que Jesús nos ofrece. No perdamos la oportunidad de beber para no tener nunca más sed.

Las lecturas de este tercer domingo de cuaresma nos invitan a poner a Dios en el centro de nuestra vida. Pero, además, nos harán caer en la cuenta que, el Señor, viene a recuperar a las personas que, tal vez, no son bien consideradas o tratadas por la sociedad. Jesús, que es la fuente de agua viva, nos invita a tener sed de Dios.

En la Primera Lectura (Éx.17,3-7) ante las dudas del pueblo de Israel, sediento en el desierto, Moisés intercede ante Dios para que calme su sed, así demuestra su presencia real en medio de ellos. El Señor, compasivo y misericordioso muestra a Moisés como sacar agua de las piedras. Dios socorre al pueblo peregrino en el desierto.

El Salmo 94, “Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:‹‹No endurezcáis vuestro corazón” es un reconocimiento del poder del Señor. Para nosotros tiene su matiz penitencial, propio de este tiempo de Cuaresma. Debemos escuchar y comprender todo lo que quiere Dios de nosotros, para que nuestro corazón no permanezca endurecido, sino al contrario, lleno del amor de Dios.

En la Segunda Lectura (Rom. 5,1-2.5-8) San Pablo, condensa con sabiduría esa compasión y misericordia de Dios que llega a entregar a su propio Hijo para que en un momento difícil de la historia el género humano no desaparezca por el pecado. El agua del Horeb es la entrega de Jesucristo. Cristo es la garantía de nuestra fe y de la nueva vida divina, que, por el don del Espíritu Santo, se derrama en nuestros corazones.

En el Evangelio (Jn 4,5-42) San Juan narra la escena entre Jesús y la samaritana, en la que esta mujer va saliendo de su asombro por lo que le dice el Señor y se convierte, asume con sinceridad y honradez su vida pasada. Y además Jesús de Nazaret le ofrece la salvación por el culto a la verdad y en espíritu de verdadero Dios. El encuentro personal con Cristo, por la fe y el amor, siempre será renovador. La nueva vida que descubrió la mujer samaritana, esta también a nuestro alcance.

Es difícil asomarse a la vida de cada día sin percibir cómo va creciendo entre nosotros la sensación de desencanto en el ámbito de lo político, social y eclesial… Tal vez este momento esté cargado de posibilidades y de futuro porque puede ser un momento que nos permita experimentar la verdad de las palabras de Jesús: “El que bebe de esta agua vuelve a tener ser; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed”. Hermanos: Dios está mucho más cerca de lo que nosotros sospechamos, está dentro de nosotros mismos. Si nos abrimos, Él no se cierra. Si nos dejamos amar, Él nos salva. 

TÚ, SEÑOR, ERES FUENTE DE AGUA VIVA

Cuando estamos perdidos, Tú sales a nuestro encuentro.
Cuando estamos cansados, Tú nos llevas al pozo de tu Eucaristía.
Cuando estamos desilusionados, Tú nos llevas 
al pozo de tu alegría.
Cuando nos perdemos en nuestros pecados,
Tú nos conduces a tu perdón.
Cuando nos fijamos en lo exterior, Tú nos indicas 
el camino hacia el corazón.
Cuando nos alejamos de Dios, Tú nos hablas con tu presencia.
Cuando nos sentimos débiles y muertos, 
Tú nos das vida con tu Espíritu Santo
Cuando aparecen arrugas en nuestras almas,
Tú les das vida con tu amor.

TÚ,SEÑOR, ERES FUENTE DE AGUA VIVA
Amén

sábado, 22 de marzo de 2014

TEXTO PARA REFLEXIONAR EN ESTA TERCERA SEMANA DE CUARESMA.

Carta apostólica del Beato Juan Pablo II Novo Millenio Ineunte al concluir el Gran Jubileo del año 200, n.38

En la programación que nos espera, trabajar con mayor confianza en una pastoral que dé prioridad a la oración, personal y comunitaria, significa respetar un principio esencial de la visión cristiana de la vida: la primacía de la gracia. Hay una tentación que insidia siempre todo camino espiritual y la acción pastoral misma: pensar que los resultados dependen de nuestra capacidad de hacer y programar. Ciertamente, Dios nos pide una colaboración real a su gracia y, por tanto, nos invita a utilizar todos los recursos de nuestra inteligencia y capacidad operativa en nuestro servicio a la causa del Reino. 
Pero no se ha de olvidar que, sin Cristo, "no podemos hacer nada" (cf Jn 15, 5)

TERCERA SEMANA SE CUARESMA, CHARLAS CUARESMALES.

La alegría del Evangelio, bálsamo para los excluidos.


1. Nuestra situación actual
Hoy están muy presentes en la conversación de bastantes personas los términos «exclusión» y «marginación». Ambos son términos «relativos», porque están suponiendo que quien habla está «incluido» o se halla «dentro de los márgenes». ¿Quién sitúa dentro o fuera? ¿Qué significa propiamente dentro o fuera? El Papa Francisco suele hablar de «periferias existenciales», en referencia a quienes están fuera de nuestro campo de atención o del alcance de la acción actual de la Iglesia y de los cristianos. Puede haber marginación social a causa de la pobreza, pero también puede haber marginación de muchas personas que viven lejos de la vida cristiana y a las que el Evangelio no ha llegado porque la Iglesia, demasiado encerrada en sí misma, no ha salido a ofrecérselo.
Miramos a nuestro alrededor y encontramos estas dos graves exclusiones: la de muchos pobres, a los que la sociedad «descarta» por su situación y por el propio egoísmo de los que están mejor; y la de otras personas, quizá bautizadas en su mayoría, pero que han optado por vivir excluyendo a Dios de sus vidas, o que viven situaciones irregulares en las que la Iglesia no les ofrece ninguna salida. ¿Tiene el Evangelio una palabra para estos excluidos?
La respuesta cristiana solo puede brotar de la unión con Cristo: «Si ahora todos participamos del mismo pan y nos convertimos en la misma sustancia, ¿por qué no mostramos todos la misma caridad? ¿Por qué, por lo mismo, no nos convertimos en un todo único?... Oh hombre, ha sido Cristo quien vino a tu encuentro, a ti que estabas tan lejos de Él, para unirse a ti; y ¿tú no quieres unirte a tu hermano?» (San Juan Crisóstomo, Homilía 24 sobre la Primera Carta a los Corintios, 2).

2. Lectura cristiana de la exclusión
“Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano que vive en la calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes» (EG 53).
A los creyentes no solo debe preocuparnos esta injusticia descrita por el Papa, que contradice a la justicia del Evangelio, sino también la injusticia de que estas personas estén también excluidas de la alegría del Evangelio, porque la Iglesia no sale a ofrecérselo. Todos los que formamos parte de la Iglesia somos, por tanto, de alguna manera responsables de esta exclusión.  Este dolor de nuestra tierra, de nuestra gente, toca a toda la creación, como nos dice san Pablo: «Pues sabemos que la creación entera, gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no solo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo» (Rom 8,22-23). Nuestra respuesta es hacer de buen samaritano para curar las heridas de los más pobres y de los que sufren: «Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él y al verle tuvo compasión;y acercándose vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino;y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él» (Lc 10,33-34).

3. Una doble vía de respuesta
La primera quiere responder a la situación de exclusión. Ninguna persona tiene por qué ser excluida de la mesa del bienestar y del reconocimiento de su dignidad esencial como ser humano. Toda exclusión es una injusticia. Y contra esa injusticia es necesario luchar para que desaparezca. La Evangelii gaudium ofrece criterios y orientaciones muy valiosas para caminar en esta dirección: “estamos llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres” (187); “La llamada de Jesús a sus discípulos: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mc 6, 37), implica tanto la cooperación para resolver las causas estructurales de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los pobres, como los gestos más simples y cotidianos de solidaridad ante las miserias concretas que encontramos” (188); “La solidaridad es una reacción espontánea de quien reconoce la función social de la propiedad y el destino universal de los bienes como realidades anteriores a la propiedad privada (…) Estas convicciones y hábitos de solidaridad, cuando se hacen carne, abren camino a otras transformaciones estructurales y las vuelven posibles” (189). “En cada lugar y circunstancia, los cristianos, alentados por sus Pastores, están llamados a escuchar el clamor de los pobres” (191). 

La segunda vía de respuesta tiene que ver con la «inclusión» de los pobres en la vida de cada cristiano y de las comunidades eclesiales. “El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que Él mismo «se hizo pobre» (2Cor 8,9)” (197). “Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios les otorga «su primera misericordia» (198). “A los miembros de la Iglesia Católica quiero expresarles con dolor que la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual. La inmensa mayoría de los pobres tiene una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe. La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria” (200).

El testimonio de la Madre Teresa de Calcuta recoge bien estas dos vías:
«Veo a Jesús en todas las personas, especialmente en los pobres y en los que sufren. Los pobres necesitan nuestra ayuda y asistencia... Tiene poco, o nada, pero dan mucho, lo dan todo... La paz vendrá al mundo a través de los pobres, porque sufren mucho... Los pobres son nuestra oración. Ellos llevan a Dios consigo. Jesús dijo en la cruz: "Tengo sed". No era una sed de agua, sino de amor. El objetivo que perseguimos es apagar la sed... Muchas personas, que tienen mucho, están sedientos de amor; quieren ser comprendidas y reconocidas como hermanas nuestras... En ocasiones, el Señor sufrió realmente la pobreza... En la cruz fue despojado de todo. La misma cruz se la había dado Pilato. Los clavos y la corona se los dieron los soldados. Fue desnudado... Fue envuelto en una sábana donada por un testigo compasivo y fue sepultado en un sepulcro que no era suyo... Eligió la pobreza porque sabía que éste era el auténtico medio para poseer a Dios y para traer el amor de Dios a la tierra... Creo que quienes están apegados a las riquezas, quienes están preocupados por la riqueza, son, en realidad, muy pobres. Pero si ponen su dinero al servicio de los demás, son ricos, muy ricos... Nosotras amamos y ayudamos a todos los pobres, material y espiritualmente, porque solo de esta manera podemos ser fieles a Jesús, amando y ayudando a nuestro prójimo» (Escritos esenciales, Sal Terrae, Santander 2002,148s).

4. Conclusión
Resumiendo todo lo expuesto, y teniendo ante los ojos la situación actual de nuestro país, de nuestra Iglesia y de nuestras parroquias, sentimos la urgencia de despertar a esta conciencia y a esta sensibilidad por los excluidos, por los marginados, por los que habitan las periferias existenciales. Estamos demasiado acostumbrados a ser una Iglesia «autorreferencial» (que se mira a sí misma) y necesitamos romper este círculo vicioso. Recordamos la feliz expresión de Pablo VI: "La Iglesia existe para evangelizar” (EN 14) y, por supuesto, las palabras del propio Jesús en la sinagoga de Nazaret: «El Espíritu del Señor está sobre mí… me ha enviado para evangelizar a los pobres» 
(Lc 4,18), o el testimonio que Él da de sí mismo a los discípulos de Juan: «los pobres son evangelizados» (Lc 7,22). 
El Evangelio anunciado por unos cristianos convencidos y alegres y por unas comunidades abiertas y fraternales será, en verdad, un verdadero gozo y una oferta de esperanza a tantos excluidos de nuestra sociedad, si entramos en esta dinámica de conversión personal, comunitaria y pastoral a la que la Exhortación del Papa Francisco nos está llamando. 

viernes, 21 de marzo de 2014

ORACIÓN DE UN NIÑ@ CON SÍNDROME DE DOWN

“Señor, hoy he nacido. He partido de tu vida para vivir con los míos hasta el día que Tú decidas.
Señor, hoy he nacido, y en los brazos de mi madre
se confunden las angustias con dos llantos semejantes.Señor, porque tú lo sabes, 
¿por qué he nacido distinto?: distintos son mis ojitos, mis manitas más gordas 
mis labios y mi cara son diferentes...

¿Por eso llora mi madre? ¿Por ello me miran todos, como queriendo decir: “con qué pena que has nacido”?

Señor, Tú que lo sabes, Tú que guías a la mente, 
diles con tu voz divina que yo también vivo y siento.
Que soy como aquellos arboles más débiles 
y pequeñitos, que soy entre las montañas 
solamente aquel cerrito.

Diles que juego y que bailo, diles que lloro y que río, diles que aprendo también y que correré con ellos.

Diles, Señor de los cielos, que yo también soy el hijo, que adoro a mis hermanitos cuando se ríen conmigo.
Y al hombre que desde lejos mira mi andar tropecino, dile también que me quiera porque yo también soy hijo.

Señor, Tú que comprendes cuánta alegría 
yo siento cuando feliz en mi casa con mis queridos juego,Tú que conoces por dentro cuánto sueño, 
cuánto pienso,Tú que has dado tu vida 
con idénticos desvelos con que han llegado otros niños, diles a todos mis anhelos.
Diles que canto y que quiero, diles que juego y que río, y diles siempre, Dios mío, que como ellos yo siento”.


Cada niño Con Síndrome de Down es un ángel del cielo que vive un tiempo entre los hombres para llenarnos de amor y paz.

Artículo publicado originalmente en el blog Tu... Mi principio y mi fin

MISA EN RECUERDO DEL ANTIGUO SACERDOTE PEPE VITINI DÍEZ,RECIENTEMENTE FALLECIDO.

El próximo viernes 28 de marzo a las 19:00h. de la tarde, celebraremos una misa en recuerdo del antiguo párroco de Sta. Mª Micaela, Pepe Vitini Díez, recientemente fallecido.

Todos aquellos que quieran asistir a esta celebración, pueden hacerlo.

Rvdo. D. Carlos Giménez Albiach.
(Actual Párroco de Sta. Mª Micaela(La Bajadilla)

miércoles, 19 de marzo de 2014

SAN JOSÉ, CASTO ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA

Hoy celebramos a San José, casto esposo de la Virgen María y Patrono de la Iglesia Universal, modelo de silencio y humildad. Que por su intercesión, aprendamos a escuchar la voz del Señor y cumplir su voluntad.

En el Plan Reconciliador de Dios, San José tuvo un papel esencial: Dios le encomendó la gran responsabilidad y privilegio de ser el padre adoptivo del Niño Jesús y de ser esposo virginal de la Virgen María. San José, el santo custodio de la Sagrada Familia, es el santo que más cerca está de Jesús y de la Santísima de la Virgen María.

San Mateo (1,16) llama a San José el hijo de Jacob; según San Lucas (3,23), su padre era Elí. Probablemente nació en Belén, la ciudad de David del que era descendiente. Al comienzo de la historia de los Evangelios (poco antes de la Anunciación), San José vivía en Nazaret.
Según San Mateo
 13,55 y Marcos 6,3, San José era un "tekton". La palabra significa en particular que era carpintero o albañil. San Justino lo confirma, y la tradición ha aceptado esta interpretación. Nuestro Señor Jesús fue llamado "Hijo de José", "el carpintero" (Jn 1,45; 6,42; Lc 4,22).
Como sabemos no era el padre natural de Jesús, quién fue engendrado en el vientre virginal de la Virgen María por obra del Espíritu Santo y es Hijo de Dios, pero José lo adoptó amorosamente y Jesús se sometió a él como un buen hijo ante su padre. ¡Cuánto influenció José en el desarrollo humano del niño Jesús! ¡Qué perfecta unión existió en su ejemplar matrimonio con María!
Las principales fuentes de información sobre la vida de San José son los primeros capítulos del evangelio de Mateo y de Lucas. En los relatos no conocemos palabras expresadas por él, tan sólo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección como padre responsable del bienestar de su amadísima esposa y de su excepcional Hijo. Es un caso excepcional en la Biblia: un santo al que no se le escucha ni una sola palabra. Es, pues, el "Santo del silencio".

Su santidad se irradiaba desde antes de los desposorios. Es un "escogido" de Dios; desde el principio recibió la gracia de discernir los mandatos del Señor. No es que haya sido uno de esos seres que no pronunciaban palabra, fue un hombre que cumplió aquel mandato del profeta antiguo: "sean pocas tus palabras". Es decir, su vida sencilla y humilde se entrecruzaban con su silencio integral, que no significa mero mutismo, sino el mantener todo su ser encauzado a cumplir el Plan de Dios. San José, patrono de la vida interior, nos enseña con su propia vida a orar, a amar, a sufrir, a actuar rectamente y a dar gloria a Dios con toda nuestra vida.

Vida virtuosa
Su libre cooperación con la gracia divina hizo posible que su respuesta sea total y eficaz. Dios le dio la gracia especial según su particular vocación y, al mismo tiempo, la misión divina excepcional que Dios le confió requirió de una santidad proporcionada. Se ha tratado de definir muchas veces las virtudes de San José: "Brillan en el, sobre todo las virtudes de la vida oculta: la virginidad, la humildad, la pobreza, la paciencia, la prudencia, la fidelidad que no puede ser quebrantada por ningún peligro, la sencillez y la fe; la confianza en Dios y la mas perfecta caridad. Guardo con amor y entrega total, el deposito que se le confiara con una fidelidad propia al valor del tesoro que se le deposito en sus manos."

San José es también modelo incomparable, después de Jesús, de la santificación del trabajo corporal. Por eso la Iglesia ha instituido la fiesta de S. José Obrero, celebrada el 1 de mayo, presentándole como modelo sublime de los trabajadores manuales.

Amor virginal
La concepción del Verbo divino en las entrañas virginales de María se hizo en virtud de una acción milagrosa del Espíritu Santo, sin intervención alguna de San José. Este hecho es narrado por el Evangelio y constituye uno de los dogmas fundamentales de nuestra fe católica: la virginidad perpetua de María. En virtud a ello, San José a recibido diversos títulos: padre nutricio, padre adoptivo, padre legal, padre virginal; pero ninguna en si encierra la plenitud de la misión de San José en la vida de Jesús. San José ejerció sobre Jesús la función y los derechos que corresponden a un verdadero padre, del mismo modo que ejerció sobre María, virginalmente, las funciones y derechos de verdadero esposo. Ambas funciones constan en el Evangelio. Al encontrar al Niño en el Templo, la Virgen reclama a Jesús:"Hijo, porque has obrado así con nosotros? Mira que tu padre y yo, apenados, te buscábamos". María nombra a San José dándole el título de padre, prueba evidente de que él era llamado así por el propio Jesús, pues miraba en José un reflejo y una representación auténtica de su Padre Celestial. La relación de esposos que sostuvo San José y Virgen María es ejemplo para todo matrimonio; ellos nos enseñan que el fundamento de la unión conyugal está en la comunión de corazones en el amor divino. Para los esposos, la unión de cuerpos debe ser una expresión de ese amor y por ende un don de Dios. San José y María Santísima, sin embargo, permanecieron vírgenes por razón de su privilegiada misión en relación a Jesús. La virginidad, como donación total a Dios, nunca es una carencia; abre las puertas para comunicar el amor divino en la forma mas pura y sublime. Dios habitaba siempre en aquellos corazones puros y ellos compartían entre sí los frutos del amor que recibían de Dios.

Desde su unión matrimonial con María, San José supo vivir con esperanza en Dios la alegría-dolor fruto de los sucesos de la vida diaria. En Belén tuvo que sufrir con la Virgen la carencia de albergue hasta tener que tomar refugio en un establo. Allí nació el Jesús, Hijo de Dios. Él atendía a los dos como si fuese el verdadero padre. Cual sería su estado de admiración a la llegada de los pastores, los ángeles y mas tarde los magos de Oriente. Referente a la Presentación de Jesús en el Templo, San Lucas nos dice: "Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él".(Lc 2,33).

Después de la visita de los magos de Oriente, Herodes el tirano, lleno de envidia y obsesionado con su poder, quiso matar al niño. San José escuchó el mensaje de Dios transmitido por un ángel: "Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle" (Mt 2,13). San José obedeció y tomo responsabilidad por la familia que Dios le había confiado.

San José tuvo que vivir unos años con la Virgen y el Niño en el exilio de Egipto. Esto representaba dificultades muy grandes: la Sagrada familia, siendo extranjera, no hablaba el idioma, no tenían el apoyo de familiares o amigos, serían víctimas de prejuicios, dificultades para encontrar empleo y la consecuente pobreza. San José aceptó todo eso por amor sin exigir nada, siendo modelo ejemplar de esa amorosa obediencia que como hijo debe a su Padre en el cielo. Lo mas probable es que San José haya muerto antes del comienzo de la vida pública de Jesús ya que no estaba presente en las bodas de Canaán ni se habla mas de él. De estar vivo, San José hubiese estado sin duda al pie de la Cruz con María. La entrega que hace Jesús de su Madre a San Juan da también a entender que ya San José estaba muerto.
Según San Epifanius, San José murió en sus 90 años y el Venerable Beda dice que fue enterrado en el Valle de Josafat.

El Papa Pío IX, atendiendo a las innumerables peticiones que recibió de los fieles católicos del mundo entero, y, sobre todo, al ruego de los obispos reunidos en el concilio Vaticano I, declaró y constituyó a San José Patrono Universal de la Iglesia, el 8 de diciembre de 1870.

Cuando Dios decidió fundar la familia divina en la tierra, eligió a San José para que sea el protector y custodio de su Hijo; para cuando se quiso que esta familia continuase en el mundo, esto es, de fundar, de extender y de conservar la Iglesia, a San José se le encomienda el mismo oficio. Un corazón que es capaz de amar a Dios como a hijo y a la Madre de Dios como a esposa, es capaz de abarcar en su amor y tomar bajo su protección a la Iglesia entera, de la cual Jesús es cabeza y María es Madre.

lunes, 17 de marzo de 2014

CONOCE LA VIDA DE LOS SANTOS, HOY SAN PATRICIO, ARZOBISPO DE ARMAGH.

Nació en Irlanda; su padre era diácono y funcionario municipal. Siendo adolescente, fue raptado por los invasores para ser vendido como siervo a los paganos de Irlanda. En un lapso de seis años de trabajo rudo y de sufrimiento por su esclavitud, su alma se templó maravillosamente para la santidad. Por revelación divina, el santo huyó de las tierras de su amo y se embarcó en una nave rumbo a su patria, no sin antes haber pasado por miles de sufrimientos y dificultades. Los datos sobre su preparación, ordenación sacerdotal y luego como Obispo, antes de emprender la conversión de Irlanda son muy confusas; pero se cree que Patricio estudió en Francia y que fue ordenado como sacerdote y luego Obispo por San Germán de Auxerre afín de que evangelizase Irlanda. 

Tras llegar a tierras irlandesas, San Patricio permaneció una temporada en Ulster, donde fundó el monasterio de Saúl y emprendió, con su energía característica la tarea de conquistar el favor del rey Laoghaire, tierras donde obtuvo, ya sea por su carácter o su don de obrar milagros, una rotunda victoria sobre sus oponentes hechiceros y paganos, y aquel triunfo sirvió para ganar cierta tolerancia a la predicación del cristianismo entre los pobladores de Irlanda. Cuando Patricio había reunido en torno a él numerosos discípulos fieles, como por ejemplo Benigno, destinado a sucederle en la obra de evangelización, progresó rápidamente.

Hacia el 444 se fundó la iglesia catedral de Armagh (hoy Armoc), la sede principal de Irlanda, convirtiéndose luego en centro de administración y educación. Posteriormente, es probable que el santo convocase un Sínodo, casi al final de sus días, pues su salud estaba quebrantada por las austeridades sufridas y los interminables viajes. Definitivamente, la vida de este santo se caracterizó por una presencia tanto humana como divina: el pr
odigio de la abundantísima cosecha que Dios le permitió recoger en Irlanda, estaba siempre presente ante el santo y le colmaba de gratitud.

Es positivamente cierto que en 30 años de apostolado, San Patricio convirtió a "toda Irlanda" al cristianismo.

domingo, 16 de marzo de 2014

ENCUENTRO DEL GRUPO DE CONFIRMACIÓN DE LA PARROQUIA CON LOS SEMINARISTAS, EN LA PARROQUIA DE SAN ANTONIO

El pasado sábado día 15 de marzo, nuestros niñ@s del Grupo de Confirmación de la Parroquia, junto con sus catequistas, asistieron a un encuentro en la Parroquia de San Antonio, en la que un grupo de seminaristas, aprovechando que se acercaba la celebración del Día del Seminario, dieron una catequesis muy detallada,llena de experiencias, testimonios y valores, centrada en el corto cinematográfico "El Circo de las Mariposas". 



Este corto tiene un gran transfondo catequético, muestra la actitud de valentía que debemos tener a pesar de las dificultades de nuestra vida. Debemos creer en nosotros mismos, para poder superarnos día a día. En definitiva, nos muestra nuestra realidad, podemos vernos reflejados en el personaje principal, porque muchas veces agobiados con nuestros problemas y dificultades, caemos en la falta de fe y la desesperanza. No podemos pensar que Dios nos da la espalda, porque no es así, sólo que en los momentos complicados, no apreciamos que no nos ha abandonado, sino que está ahí a nuestro lado, esperando a que reaccionemos, a que salgamos de ese estado de limitación que nosotros mismos nos ponemos. Es por ello que no debemos olvidar la frase que le dice el señor Méndez a Will "Mientras mayor es la lucha, más glorioso es el triunfo". Con la confianza puesta en Dios, podemos vencer cualquier circunstancia.

Con este vídeo y la catequesis, se les ayudó a percibir la propia vida como un don muy valioso que debe ser puesto al servicio de los demás. El joven de hoy; Jesús, que le llama a una vida plena; y la Iglesia como familia que le acoge y en la que descubre su dignidad y su misión, fueron los tres ejes de la dinámica.

Tras la catequesis se reunieron en grupos para intercambiar con los seminaristas, sus impresiones y opiniones. Fue una experiencia muy bonita y enriquecedora.

IIº DOMINGO DE CUARESMA. CICLO A

Hay momentos en la vida de cada uno, en que vemos dificultades frente a nosotros, especialmente cuando afrontamos decisiones importantes. La Cuaresma es para todos nosotros el tiempo privilegiado para el cambio, la transformación, la transfiguración. Nuestros rostros tienen que transformarse en rostros de alegría, amor y servicio a los demás. Nosotros tenemos miedo al cambio, especialmente si es a costa de nosotros mismos. Hoy Jesús nos muestra el camino. Él vio cómo el sufrimiento y la muerte le esperaban, y por eso su rostro y su corazón estaban tristes. Pero entonces el Padre volvió el rostro de Jesús radiante, porque iba a encontrarse con la vida y la resurrección; su rostro se hizo resplandeciente de alegría y de gloria. Si seguimos a Jesús y le dejamos que nos transforme, nuestro propio rostro se volverá también resplandeciente.

Las lecturas que vamos a escuchar nos hablan de, cómo el creyente, ha de ponerse en camino. Lo mismo que Abraham, San Pablo, Santiago, Juan o Pedro. Y es que, poniéndonos en camino, es como colaboramos con el Señor para que su Reino sea conocido y anunciado, tomándonos en serio la Palabra de Jesús.

En la Primera Lectura (Gen. 12, 1-4)
 el Señor pide a Abrahán que lo deje todo para iniciar una misión enorme: crear el pueblo de Dios. A todos nosotros, alguna vez, Dios también nos pide que demos prioridad al camino que Él nos sugiere y que, así, abandonemos lo superfluo, lo que nada vale para mejor servirle a Él y a los hermanos. 

El Salmo 32, "Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti" expresa el deseo de amar a Dios por encima de todo y enseñar a quienes no le conocen a amarle fiel e incondicionalmente. 

En la Segunda Lectura (2 Tim 1,8b-10)
 Pablo en su carta a Timoteo anuncia la salvación que hemos recibido por medio de Jesucristo, mostrando la llamada que Dios nos hace a vivir en la luz, por medio del Evangelio.

El Evangelio de hoy (Mt 17,1-9)  relata la Transfiguración de Jesús, Jesús invita a sus discípulos, a vivir la experiencia extraordinaria de su transfiguración, como un anticipo de su gloria, que iba a conseguir a través de la cruz. También nuestra cruz, tiene destino de gloria eterna. 

La Transfiguración de Jesús es para nosotros un modelo y un signo de esperanza. El hombre-Jesús era realmente Jesús-el-Señor. Su verdadera y más profunda identidad apareció brevemente por un momento. Lo que nosotros estamos llamados a ser en lo más hondo de nosotros mismos llegará a hacerse visible si dejamos a Jesús que nos transforme y si llegamos a ser, con él y como él, hombres y mujeres que viven para los otros. Que Dios nos dé esta gracia.


Si, Señor; transfigúrame con tu fuerza
porque me siento débil en la lucha
porque prefiero el dulce llano
a la cuesta que acaba la cumbre de tu gloria.
Porque, siendo tu amigo como soy
no siempre descubro la gloria que Tú escondes.
Transfigúrame, Señor.

AMEN

sábado, 15 de marzo de 2014

TEXTO PARA REFLEXIONAR EN ESTA SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA

Carta de san Francisco Javier a los universitarios de París.

Muchos cristianos se dejan de hacer en estas partes por no haber personas que en tan pías y santas cosas se ocupen. Muchas veces me mueve pensamientos de ir a los estudios de esas partes, dando voces, como hombre que tiene perdido el juicio, y principalmente a la universidad de París, diciendo en Sorbona a los que tienen más letras que voluntad, para disponerse a fructificar con ellas: ¡cuántas ánimas dejan de ir a la gloria y van al infierno por la negligencia de ellos! 
Y así como van estudiando en letras, si estudiasen en la cuenta que Dios nuestro Señor les demandará de ellas, y del talento que les tiene dado, muchos de ellos se moverían, tomando medios y ejercicios espirituales para conocer y sentir dentro en sus ánimas la voluntad divina, conformándose más con ella que con sus propias afecciones, diciendo: "Señor, aquí estoy, ¿qué quieres que yo haga? Envíame adonde quieras; y si conviene, aun a los indios. ¡Cuánto más consolados vivirían, y con gran esperanza de la misericordia divina a la hora de la muerte, cuando entrarían en el particular juicio, del cual ninguno puede escapar, alegando por sí: "Señor, cinco talentos me entregaste, he aquí cinco más que he ganado con ellos"!

SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA, CHARLAS CUARESMALES

La alegría del Evangelio, novedad para el mundo actual.


1. Una sociedad de gente aburrida
A la luz de las afirmaciones del Papa Francisco en su Carta,
analizamos hoy otro aspecto de nuestro mundo y de la cultura actual. La tecnología ha hecho de nosotros una sociedad “super-informada”. Cualquier acontecimiento nos llega en tiempo real. Pero no somos capaces de “digerir” tanta información. El mayor acontecimiento o la mayor tragedia nos deja insensibles: nada nos hace reaccionar. A la fiesta, que exalta la espontaneidad y la gratuidad de la alegría, la ha sustituido para muchas personas la «diversión», que hay que pagar. La TV organiza programas «para hacer reír»; en los cruceros de recreo, hay animadores o animadoras para que la gente se divierta.
Muchas personas, incluso aquellos que viven en una situación de desahogo económico, confiesan su aburrimiento ante la vida. No es difícil tampoco escuchar a niños o adolescentes la expresión “estoy aburrido”. En estas situaciones, la búsqueda de “paraísos artificiales” (droga, alcohol, experiencias extremas) aparece como una salida deseable. Porque no estamos hechos para esa atonía, ese aburrimiento existencial. “La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera”.

Por eso viene muy bien la exhortación de san Pablo a los Efesios: «Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo. Así pues, mirad atentamente cómo vivís; que no sea como imprudentes, sino como prudentes; aprovechando bien el tiempo presente, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino comprended cuál es la voluntad del Señor. No os embriaguéis con vino, que es causa de libertinaje; llenaos más bien del Espíritu» (Ef 5,14-18).
2. Profundizamos en las causas
Somos una sociedad y cultura de tradición cristiana. Nuestros orígenes culturales se enraízan en el cristianismo. Y el cristianismo se enraíza, a su vez, en una “Buena noticia”, noticia, que, por definición, debería provocar gozo y alegría. En cambio, la experiencia nos dice que, incluso dentro de la Iglesia, el desánimo, la desesperanza, la falta de ilusión están presentes y marcan a muchas personas y muchas actividades. “En algunos lugares se ha producido una «desertificación» espiritual, fruto del proyecto de sociedades que quieren construirse sin Dios o que destruyen sus raíces cristianas. Allí «el mundo cristiano se está haciendo estéril y se agota como una tierra sobreexplotada que se convierte en arena» (Newman)”

Los cristianos, contagiados del «espíritu de este mundo», ya no son capaces de ofrecer el anuncio del evangelio como una novedad y la Iglesia aparece, en consecuencia, como una realidad trasnochada, que ofrece un mensaje que no dice nada al mundo de hoy y que no se mira más que a sí misma procurando no perecer. Romper con lo mundano y llenarnos de Cristo, ahí está la verdadera vida: «Os digo, pues y os conjuro en el Señor, que no viváis ya como viven los gentiles, según la vaciedad de su mente, sumergido su pensamiento en las tinieblas y excluidos de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su cabeza los cuales habiendo perdido el sentido moral, se entregaron al libertinaje, hasta practicar con desenfreno toda suerte de impurezas. Pero no es éste el Cristo que vosotros habéis aprendido, si es que habéis oído hablar de él y en él habéis sido enseñados conforme a la verdad de Jesús a despojaros, en cuanto a vuestra vida anterior, del hombre viejo que se corrompe siguiendo las seducciones de las concupiscencias, a renovar el espíritu de vuestra mente, y a revestiros del Hombre Nuevo creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad» (Ef 4,17-24).
3. Por una propuesta «novedosa»
El Papa Francisco propone en su Carta a todos los cristianos transformar la sociedad con acciones auténticamente evangelizadoras. “Jesucristo siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad. También puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo, y nos sorprende con su creatividad” (EG 11). Cada vez que recuperamos la frescura original del Evangelio, “brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual” (ib.).

El único anuncio cristiano, que ofrece al hombre el amor infinito de Dios manifestado en Jesucristo, “ofrece a los creyentes, también a los tibios o no practicantes, una nueva alegría en la fe y una fecundidad evangelizadora. Si un evangelizador no debe tener permanentemente cara de funeral es porque está llamado a “recobrar y acrecentar el fervor, la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas”. Así, el mundo actual, que busca a veces con angustia, a veces con esperanza, podrá “recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo”. Por tanto, no situamos la novedad del anuncio del Evangelio en el mensaje –que es el mismo y único de siempre- sino en el mensajero y en la forma y el lenguaje con que se propone: cristianos alegres y comunidades donde se vive y se testimonia la alegría del Evangelio. El teólogo ortodoxo Alexandre Schmemann cree que la falta de alegría es la causa de que la Iglesia pierde la adhesión de la gente: «La alegría hizo que la Iglesia triunfara en medio del mundo, pero la Iglesia perdió el mundo cuando dejó de dar testimonio de la alegría».
4. Caminos para convertirnos a la alegría del Evangelio.
El Papa propone “una evangelización con espíritu”. Y explica lo que quiere decir con estas palabras: este «espíritu» suele indicar unos móviles interiores que impulsan, motivan, alientan y dan sentido a la acción personal y comunitaria. No es un conjunto de tareas vividas como una obligación pesada que simplemente se tolera o se sobrelleva como algo que contradice las propias inclinaciones y deseos. Ninguna motivación será suficiente si no arde en los corazones el fuego del Espíritu. Le ruego que venga a renovar, a sacudir, a impulsar a la Iglesia en una audaz salida fuera de sí para evangelizar a todos los pueblos”. 
Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que oran y trabajan. La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración. Al mismo tiempo, “se debe rechazar la tentación de una espiritualidad oculta e individualista, que poco tiene que ver con las exigencias de la caridad y con la lógica de la Encarnación” (Juan Pablo II, NMI, 304).

“A veces perdemos el entusiasmo por la misión al olvidar que el Evangelio responde a las necesidades más profundas de las personas, porque todos hemos sido creados para lo que el Evangelio nos propone: la amistad con Jesús y el amor fraterno. Cuando se logra expresar adecuadamente y con belleza el contenido esencial del Evangelio, seguramente ese mensaje hablará a las búsquedas más hondas de los corazones” (EG 265).

«Sin la vida de oración, sin la transformación interior que se lleva a cabo a través de la gracia de los sacramentos, no podemos, en palabras de Newman, "irradiar a Cristo"; nos convertimos en otros "platillos que aturden" (1 Co 13,1) en un mundo lleno de creciente ruido y confusión, lleno de falsos caminos que solo conducen a angustias y espejismos» (Benedicto XVI, Vigilia de oración por la beatificación del cardenal John Henry Newman, Hyde Park, Londres, sábado 18 septiembre 2010).

5. Conclusión
El anuncio del Evangelio se presenta, por tanto, como una novedad y una fuente de alegría para nuestra sociedad triste y aburrida. Pero la condición para que pueda ser presentado así es la acción de unos evangelizadores verdaderos «amigos de Dios» y que viven ya personalmente y en sus comunidades la alegría del Evangelio. La tristeza no puede tener la última palabra en la vida del hombre, porque Dios nos quiere alegres, por ser sus hijos y porque hemos sido salvados y llamados a una esperanza irrevocable.

miércoles, 12 de marzo de 2014

MISA DE MES POR FRANCISCO SÁNCHEZ GÓMEZ, PACO DE LUCÍA.



La feligresía de la Parroquia de Sta. Mª Micaela, del barrio de La Bajadilla, donde nació y pasó su niñez Paco de Lucía, celebrará la misa de mes por su eterno descanso el martes,día 25 de marzo a las 19:00 h. de la tarde.

Todos aquellos que quieran asistir a esta celebración, pueden hacerlo.



Rvdo. D. Carlos Giménez Albiach.
(Párroco de Sta. Mª Micaela(La Bajadilla)

domingo, 9 de marzo de 2014

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA, CICLO A

El miércoles, con la imposición de la ceniza, comenzábamos el tiempo de Cuaresma, cuarenta días que nos proponen iniciar un camino de renovación de vida, de conversión, de volver a Dios nuestro Padre, tiempo que nos prepara para celebrar con un corazón limpio y una vida renovada las fiestas de Pascua. El Señor nos llama a convertirnos, a transformar nuestras vidas para acercarnos de verdad a él y vivir más intensamente su amor. En este primer domingo de Cuaresma la Palabra de Dios nos muestra, su fuerza para hablarnos de reconciliación. Dios frente a nuestros pecados, nos ofrece su bondad, su misericordia y su paciencia infinita. Nos regala, el arco iris de su amor para recordarnos su alianza, para recordarnos que Él estará con nosotros y nos acompañará hasta el fin del mundo.

En las lecturas de hoy 
vamos a ver una vez más, cómo el hombre, ya desde el principio de la Creación, se alejó de Dios. Pero no olvidemos lo que las lecturas nos recuerdan a continuación: Jesús saldó esa cuenta del hombre con Dios. Es decir; Jesús dio la vuelta a la humanidad. Eso no quita para que, como el evangelio de este día, se nos recuerde que tengamos que estar atentos para no separarnos del Señor.

La Primera Lectura (Gen. 2,7-9; 3,1-7) nos recuerda como nuestros primeros padres no obedecieron a Dios y prefirieron dejarse llevar por las tentaciones. Nosotros debemos aprender de ellos a ser más fuertes en nuestra fe.

En el Salmo 50, "Misericordia, Señor, hemos pecado" nos encontramos frases fuertes y dramáticas que quieren mostrar con toda seriedad el límite y la fragilidad de la criatura humana, su capacidad perversa para sembrar el mal y la violencia, la impureza y la mentira. Sin embargo, el mensaje de esperanza del «Miserere», que el Salterio pone en labios de David, pecador convertido, es éste: Dios «borra», «lava», «limpia» la culpa confesada con corazón contrito.

En la Segunda Lectura (Rom. 5,12-1) San Pablo hace una comparación entre Adán, el ser humano pecador y Jesucristo, el ser humano santo. Por medio del pecado de Adán todos nos constituimos en pecadores, pero por medio de Jesucristo hemos sido salvados. Y se realizó así porque Dios tiene un plan de salvación al que están llamados a participar todas las personas que se abren a su Palabra salvadora y liberadora.


El Evangelio (Mt 4,1-11) nos muestra que después de su bautismo, y antes de iniciar su vida pública, Jesús es conducido por el Espíritu al desierto para prepa­rarse para su misión. En esa ocasión, es tentado por el diablo sobre las tentaciones más frecuentes del ser humano: el poder, la vida fácil, el sensacionalismo y el afán desmedido de posesiones y riquezas. Jesús sabe rechazar cada una de las tentaciones y es fiel al Proyecto y a la misión que se le ha encomendado en medio de su pueblo.

Hermanos, empezar la cuaresma significa arriesgarnos a entrar con Jesús en el desierto, es decir dentro de nosotros mismos, para dejarnos iluminar por su Palabra y por su ejemplo, venciendo las tentaciones y rompiendo con todo aquello que nos ata al pecado. La vida es una constante lucha contra todo aquello que nos aparta de Dios. Que el tiempo de cuaresma que hemos iniciado nos ayude a caminar, a encontrarnos con Dios y a transformar nuestra vida.

Llévame a un lugar donde pueda estar conmigo mismo,
donde Tú puedas habitar conmigo.
En el que, cara a cara, puedas colocar 
a Dios con la misma fuerza, que Tú 
lo tienes clavado en tu corazón.
¡Apártame, Señor!
Porque tengo miedo a dejarme llevar, 
por la corriente del “todo vale”.
Porque tengo miedo a perder de vista 
el horizonte la bandera de la Pascua ondea.
Porque, simplemente Señor, pocos me hablan de Ti,
y muchos dicen no conocerte.
¡Apártame, y llévame a ti, Señor!
Amen.